Todo se basa en los tres votos que rigen a las Hijas de la Caridad de la congregación de San Vicente de Paúl: pobreza, obediencia y castidad, tres preceptos que están ligados a un estilo de vida en el que la ayuda al prójimo es la referencia del grupo de religiosas y voluntarios de la Obra Social de La Milagrosa.

Muy conocida es su labor para dar de comer al que no tiene en Santa Cruz de Tenerife desde que un 12 de octubre de hace 30 años abrió las puertas en La Noria con un servicio ya institucionalizado en la capital, al igual que el que existe en Las Cabritas (Ofra) o en la calle Nava y Grimón (La Laguna).

Pero la Obra no solo se limita a dar alimentos, un plato caliente en compañía o un afecto ilimitado "a cualquier persona" alrededor de una mesa sin distinguir género, raza, condición o religión, explicó con orgullo Sor María del Carmen, la directora del comedor.

Ella y sus hermanas (Carmen, Elena y Benedicta) van más allá en el cuidado de los usuarios y han apostado por dar, "con mucho sacrificio y muy poco espacio", un servicio de ropero y la posibilidad de que los demandantes tengan cuidado con su higiene personal, además de participar en cursos formativos para dejar la puerta abierta a una salida laboral.

"Eso es. Tres veces a la semana las personas que atendemos tienen la posibilidad de ducharse, cuidar su higiene personal. Se bañan por turnos y se respeta el género de muy buena gana. Luego está el cambio de ropas para las mudas. Aquí tenemos un problema de espacio (señala el cuartito donde se pone la ropa donada y se selecciona). Este acopio de mudas se produce por la solidaridad de las personas", valoró positivamente sin titubear.

Sor María del Carmen, eso sí, reconoce ese problema de espacio que tiene, y ya no solo en referencia al ropero, sino a la imposibilidad de dar una formación a los usuarios del comedor para que puedan contar con una posible salida al mundo laboral.

Sobre ello cuenta que un gran número de voluntarios "no pueden desarrollar una actividad por esa falta de espacio y aún así hemos realizado talleres de idiomas, cocina, dibujo y pintura y manipulador de alimentos, entre otros. Todo con la idea de que salgan adelante de su situación", dijo.

Una de las voluntarias presentes añadió la idea de que "es una pena que la gente esté esperando por fuera del comedor hasta que se abra. Lo bueno que sería que estuvieran aprovechando ese tiempo para formarse y no hay un espacio para ello".

A colación de la intervención, Sor María del Carmen señala que "soy de La Orotava y siempre me gustaba ver llover. Ahora cada vez que cae la lluvia pienso en cómo estarán nuestros usuarios en la calle mientras esperan por entrar en el comedor", apuntó con cierta resignación.

Lo cierto es que diariamente el comedor social de La Noria reparte unos 100 menús (se hacen dos turnos) gracias a la solidaridad de los voluntarios, grandes y pequeñas empresas, fundaciones, el Banco de Alimentos, IMAS y un gran número de colegios, sociedades, colectivos y particulares que ponen su granito de arena para su funcionamiento y atender a las personas que han sido víctimas en la sociedad o, en algunos casos, de la terrible crisis económica que el país "vive o ha vivido", dijo la religiosa.

"¿El perfil del usuario? Pues varón, de entre 28 y 48 años. El 10% son mujeres y un buen número personas de otras nacionalidades", apuntó sin ahondar en la cuestión.

Al final, la Obra Social de La Milagrosa se ha convertido en una herramienta que destaca por su humildad, su capacidad para dar de comer al que lo necesita, escuchar al olvidado o, simplemente, acompañar al que está solo.