Hoy parece una "necesidad" o al menos ventaja saber de vinos cuando asumimos la responsabilidad de seleccionarlos para la mesa de Navidad, compartir con amigos en casa, la "chuletada" de turno, una cena en un restaurante...

Contar de antemano, de cara a estos días navideños, con nuestras marcas conocidas y de confianza ayuda muchísimo, da tranquilidad, pero muy bien podríamos sorprendernos con novedades siguiendo sencillas pautas. ¿Porqué conformarnos con "tirarnos" sin ton ni son a las promociones, baratijas o partidas de incierta procedencia?

Si ubicamos origen, tanto mejor, y si buscamos agasajar a nuestros comensales (por precios ajustados a nuestro bolsillo), incluyendo la variedad de uva con la que está elaborado el vino, dejaremos satisfechos a los nuestros, que también valdrá la pena.

A poco que tengamos inquietud, vamos a animarnos a investigar una miaja: preguntar a los que saben es conveniente; comentar, visitar, catar nuestra copa de nuevas regiones desconocidas para nosotros mientras preparamos las recetas; saborear estilos diversos, cada uno con sus singularidades...

Cuando nos decidimos como consumidores de a pie a comprar una botella de vino la elección, no resulta una tarea fácil. En un principio sometamos el producto a una detallada observación.

Existe una oferta amplísima, con botellas de mil formas e imágenes y estilos muy diferentes. La primera mirada se dirige inevitablemente a la etiqueta, esperando que los datos expuestos permitan realizar la elección acertada.

Encontramos de todo: desde las más sobrias a las más llamativas en cuanto a cromatismos y formas. Es importante guiarnos por las etiquetas prácticas, las que nos ofrecen el máximo de información.

Cuando hayamos acopiado lo razonable en tipos-precios-cantidad respecto a nuestras posibilidades es relevante la conservación del vino embotellado. Aquí valdría mencionar también a los que guardan botellas con cierto valor económico o muchas veces sentimental y no encuentran el instante. A éstos cabe recomendarles que "el mejor sitio para conservar el vino es la memoria".

Pongamos las botellas en posición horizontal, con el fin de que el tapón de corcho esté húmedo y no se reseque (con los de silicona no sería necesario). A ser posible, buscar un sitio fresquito de la casa, consiguiendo una temperatura contantes quizá a 14-16 grados centígrados; asimismo, evitar la incidencia directa de la luz.

En lo posible, que ese rincón esté libre de las vibraciones, los ruidos y los humos (los botelleros en las cocinas son inadecuados, ya que generalmente se trata del lugar más caliente de la vivienda).

Luego, la colección que demos por buena podríamos ordenarlas por intensidades crecientes, es decir, comenzando por los de baja graduación y finalizando por las más alcohólicas. En el caso de catar un mismo estilo de vino sería de los más ligeros a los más duros y de los más secos a los más dulces.

Una de las bebidas más demandadas y apreciadas en estas fechas son las de la efervescencia y también está muy bien tener reservas suficientes para brindar. Ojo: encontraremos muchos productos gasificados artificialmente que, aprovechando la magia de la burbuja, pretenden imitar las grandezas de sus predecesores más complejos (champán, cava?)

Hay que tener en cuenta que estos obtienen su chispa de carbónico por una segunda fermentación del vino en botella (esa golosa levadura), que nada tiene que ver con la técnica de la gasificación industrial. Entre los iconos destaca, evidentemente, el champán, que sigue el "método tradicional", generalmente así escrito en la etiqueta para hacer más comprensible el producto ante el gran público.

Entre los tipos de champagne, podemos encontrar los blanc de blancs; elaborados exclusivamente a partir de la uva blanca chardonnay, resultando muy frescos y vivos. O los blanc de noirs; blancos elaborados a partir de uvas tintas, logrando así gran potencial y aroma. Los "rosé", diseñados con un poco más de estructura que los blancos.

Con muchos quesos maridan a la perfección y en los postres sería interesante armonizarlos con los semisecos o dulces. La temperatura ideal para el servicio oscila entre 6 y 9 ºC, sin olvidar que se deben presentar en cubitera llena de agua y hielo, en la que conservaremos la botella hasta finalizarla.

Mucha atención a la etiqueta, en la que deben figurar datos imprescindibles. Procedencia, origen geográfico (ya sea el de una denominación de origen), una región vitícola o una comarca determinada, esto nos aportará una información añadida en cuanto a clima, suelo, variedades, técnicas de elaboración, etc.

Año de elaboración, variedades de uva? Datos esclarecedores, así como acotar por la variedad o variedades de uva con la que está elaborado el vino, ya que nos permitirá relacionar las características particulares de cada vinífera.

En cuanto al tipo de vino, se hará constar si es tinto, rosado, blanco, maceración carbónica, clarete, blanco fermentado en barrica, cava, espumoso, tinto envejecido en madera, dulce... etc. También el grado alcohólico, que es una mención obligatoria en las etiquetas de vino.

Algunas contraetiquetas realizan una descripción mucho más amplia del producto, haciendo referencia a la historia del vino o sus viñas, métodos empleados para su elaboración y envejecimiento, temperaturas ideales de servicio e incluso las recetas más apropiadas para armonizarlo.

No debemos olvidar que el origen del vino es la tierra, la viña, el clima y que estos factores sufren variaciones anualmente. La mirada al cielo del viticultor en verano no es la del veraneante consumidor, y ambas son necesarias para cerrar el ciclo.

"¡Bebedores hedonistas: disfruten del vino sin obsesiones, con la mirada de sorpresa de los niños curiosos y la humildad de quien lo tiene todo por descubrir! ¡Salud!". Cierro con esta frase del bodeguero, distribuidor y experto orotavense Agustín García Farrais.