¿Miramos hacia atrás o repasamos la historia? ¿Nos interesa desempolvar todo lo que pasó en los viejos tiempos? ¿O tal vez tengamos un futuro más halagador y diáfano sin hacerlo, sin complicarnos la vida, dejando que el tiempo pasado se diluya sobre sí mismo, que apenas aparezca y, si lo hace, que lo haga como una actividad folclórica más o como una velada floral en cualquier pueblo de la Islas?

La memoria de los pueblos rebosa muchas veces de acontecimientos que producen deleite y de otros cuyo recuerdo trae sinsabores y destemplanzas. Pero la memoria de las colectividades hacen de compendio de un episodio máximo que puede ser un libro inacabable que llenamos con las matizaciones que nos trasmiten los historiadores y con las respuestas que nosotros mismos nos damos para poner a punto dónde estamos y de dónde salimos.

Desde el siglo XV hasta hoy, Canarias ha sufrido transformaciones impulsadas por acontecimientos que permitieron que en un momento dado se afianzara como pueblo, y en otros aquellas ínfulas emancipatorias se quedaron en el sitio de los que dieron la espalda a verdades como puños y que no valdría la pena rebuscar en el pasado, porque es el futuro lo que prevalece, lo que interesa.

Pero Canarias tiene memoria, aunque muchas veces se nos hace ver que se ha desdibujado, y no para traicionar aquello que fue dificultoso, sino para confundirnos, meternos gato por libre y arrumbarnos hacia un mar de tergiversaciones, mentiras e historias mal contadas.

Canarias no es que tenga su memoria anestesiada, pero sí que existe la tendencia de que esta no es válida, que solo sirve para recrearnos en algunos capítulos no escritos por nosotros, sino que llegan con la censura de los dictados de foráneos y de vendepatrias que al unísono construyeron una historia que camina hacia una desmemoria dirigida hacia la confusión.

La memoria comenzó a ser destronada, pero no en beneficio del olvido, ya que prevalece en los impulsos de una fuerza latente capaz de avanzar en la aventura reflexiva en busca de su consolidación.

¿Cómo será el nuevo tiempo en Canarias? ¿En qué dirección se moverá, y si merece la pena motivarnos para escudriñar desde la responsabilidad lo que nos espera tras la puerta de nuevos acontecimientos o, por el contrario, las generaciones venideras se encontrarán como ahora, con una memoria que fue anestesiada y secuestrada por los cuentajos y las malas historias?

Siempre la esperanza espera, y dar las cosas por concluidas, aunque estén amenazadas por la parálisis, no debe ser impedimento para que sea la acción la protagonista de nuestra historia.

No esperemos a que nos la cuenten ni sentarnos a verlas venir; hay que dejar atrás viejas modorras y alentar futuras decisiones para que sea, cuando toque, una memoria viva y ejemplarizante.