Se siente más artesano que artista y admite que desde niño percibió de cerca la presencia de seres fantásticos o monstruos. "Me estoy quitando (ríe); mi voluntad es hacer otro cine sin renunciar nunca a las historias que me han traído hasta aquí", asegura el director y escritor madrileño Víctor Matellano. Nominado a los premios Goya por la dirección de "Tío Jess" y "La cañada de los ingleses", en su ADN fluye un elemento terrorífico que suele acabar aflorando en sus producciones. "A los que tengo cerca les digo que me controlen para no acabar escorado al mismo lado otra vez", asegura en una entrevista concedida en su última visita a la capital tinerfeña. "Profesionalmente estoy intentando cambiar de tercio, pero desde un punto de vista pasional mi amor por el género fantástico no tiene fronteras", matiza.

Buenas críticas, varias nominaciones a los Goya, una filmografía que no para de crecer... ¿Lo que está preparando para el año que viene es la confirmación de que estamos ante un director con un futuro que ya es presente?

Esto es una carrera de fondo muy larga... Me considero más artesano que artista porque un zapatero, por ejemplo, tiene que saber hacer unos zapatos de tacón pero también arreglar unas alpargatas... Tiene que conocer el oficio para solucionar los problemas que le plantean los clientes. Salvando 2.200 años de distancia, me gusta fijarme en directores como Michael Curtiz, que el día que se presentó en Estados Unidos ya tenía el aval de una treintena de películas en el saco. Con "Casablanca" en lo más alto él insistía en el hecho de que solo contaba historia. Hay una cosa que un día me dijo Jesús Franco (1930-2013) que trato de llevar a la práctica a diario: nunca hay que ponerse trágico y tomarse las cosas tan en serio, solo hay que trabajar para que sucedan... Mi responsabilidad es contar una buena historia al público, aunque es verdad que la masa histórica que se va originando con las buenas, regulares y malas películas que haces queda para siempre.

Pero una de sus habilidades es saber elegir una buena historia y, sobre todo, rodearse de un equipo de trabajo experto.

Lo inteligente es saber rodearse de profesionales que garanticen algo que complemente los conocimientos que uno pueda tener... He tenido la suerte de confeccionar unos repartos, tanto en el cine como en el teatro, que no estaban ni en mis mejores sueños y a nivel técnico también procuro contar con los mejores en la medida de mis posibilidades. Muchos me critican por recurrir a un gran actor o actriz para un cameo o un papel extremadamente pequeño, pero por qué no lo voy a hacer si sé que lo hará cojonudo, que casi no le voy a tener que decir nada y encima voy a disfrutar de una oportunidad que otro director no ha visto o querido ver. Eso no es un acto de caridad, sino una posibilidad de contar con intérpretes que están en sus casas y a los que se les puede llamar para ver si quieren formar parte de una película. ¿Quién podría ser el Dr. Knox que no fuera otro que Jack Taylor? Eso es imposible. Es uno de los mejores actores con los que he trabajado en mi vida: un señor creativo, disciplinado, humilde...

¿Y cómo se convence a un profesional como Colin Arthur para que forme parte de sus proyectos?

Esa es una pregunta que debería contestar él, pero sería un irresponsable si no aprovechara la ocasión de trabajar con un técnico de los efectos especiales y el maquillaje que ha estado en proyectos dirigidos por Fleischer, Kubrick, Petersen, Spielberg... Esto es un aprendizaje continuo y lo inteligente, insisto, es saber rodearte de los mejores. Cuando un equipo está bien armado nadie te hace sombra.

¿El género fantástico vuelve a estar de moda?

Esas fluctuaciones están conectadas con los ciclos de crisis. Los monstruos de la Universal surgieron en pleno crack del 29 y, por ejemplo, "La matanza de Texas" es un efecto de la Guerra de Vietnam. España históricamente ha rechazado lo fantástico, tanto en la literatura como en el cine, pero esa ausencia de tradición no significa que no hayan existido mentes privilegiadas. Este es un país que sabe generar miedos, misterios, inseguridades... ¡Esto va por rachas!

¿Qué cambia en usted cuando escribe un guion de cine o un texto teatral?

Al principio solo estaba el teatro, pero hay dos elementos que marcan ciertas diferencias entre un guion y el texto de una obra. El lenguaje cinematográfico es más directo, pero manipulado a través del ojo de la cámara y el montaje de lo que tú quieres que observe el espectador, mientras que en el teatro el público hay una mayor libertad a la hora de imaginar... A pesar de que únicamente existe un plano general, las personas que acuden a una representación son libres para fijar su atención en un punto cualquiera. Eso acaba condicionando el texto: en el cine un director dirige focalmente todos los planos, es decir, enseña lo que quiere y oculta aquello que no desea mostrar. Eso no pasa en el teatro.

¿Cómo condiciona la transmisión oral los niveles de calidad de una historia?

Esto es más sencillo de lo que parece... Hacemos que pasen las mismas cosas que ocurrían alrededor de una hoguera en la prehistoria. Me siento un contador de historias, si son buenas mucho mejor. Las cosas no han cambiado tanto; hoy seguimos haciendo los cuentos de brujas que aterrorizaban a Colin o a Jack cuando eran pequeños... Los que me transmitió mi añorado José Ramón Larraz (1929-2013), con el que tuve la suerte de escribir "Vampyres", a través de las enseñanzas que le mostró su abuela y que provocaban que se meara de miedo. Lo único que cambia es el lenguaje que eliges para contar algo... A partir de ahí puedes usar una fórmula más cinematográfica, teatral o televisiva. Incluso, una idea adaptada a un videojuego.

¿Un videojuego?

Cuando eliges esta profesión los niveles de inseguridad son altos. Un día estás escribiendo un guion, al otro una adaptación para un cómic o te contratan para planificar la trama de un videojuego...

¿Alguna vez ha tenido la sensación de ser una "navaja suiza"?

Este es un oficio con muchos vasos comunicantes; es bueno saber un poco de todo. Obviamente hay cosas que se te dan mejor que otras, pero la curiosidad por abrir nuevas ventanas se puede convertir en una virtud.