Hace escasamente diez días, un inspector de Salud Pública de Fuerteventura detectó la existencia de dos ejemplares del mosquito "Aedes aegypti", cuya hembra es el principal vector de los virus que causan el dengue, una enfermedad endémica de origen asiático que causa estragos en muchos territorios del mundo y que -en su vertiente más grave, el dengue hemorrágico- fue identificado por vez primera en los años cincuenta del siglo XX, durante una epidemia en las islas de Filipinas y Tailandia. Hoy afecta a gran parte de los territorios de Asia y América Latina, con mayor incidencia en las zonas tropicales, y se ha convertido en una de las causas más importantes de hospitalización y fallecimiento de niños en esas regiones. El dengue se ha propagado rápidamente en los últimos años, transportado por mosquitos hembra, principalmente de la especie ya citada, también transmisora de otras enfermedades y dolencias, como la fiebre chikungunya, la fiebre amarilla y el virus del Zika. Estas enfermedades suelen darse más en los trópicos, con algunas variaciones de carácter local en cuanto a los riesgos de contagio y expansión, que dependen, sobre todo, del nivel y frecuencia de las lluvias, la temperatura y el desarrollo de grandes zonas urbanizadas sin saneamiento. La existencia de un foco controlado de dengue en Madeira, territorio situado muy al norte y tradicionalmente ajeno a esta afección, ha provocado una extraordinaria alarma, agravada ahora por la detección de mosquitos con capacidad portadora de la enfermedad en Fuerteventura.

Pero lo cierto es que la alarma, en lo que a Canarias se refiere, es prematura e innecesaria: la población de las Islas no está en peligro -ni siquiera moderado- de contraer ni dengue ni zika ni ninguna otra de las enfermedades referidas, porque no hay virus en Canarias, y los mosquitos solo pueden pasar y contagiar lo que existe. No hay un solo paciente en las Islas afectado de esas enfermedades, y el mosquito lo que hace es transportar la enfermedad de unos pacientes a otros. La picadura de uno de estos mosquitos es más agresiva y más molesta que la del mosquito común al que estamos acostumbrados, pero -en Canarias- no transmite enfermedad alguna, porque no las hay en las Islas.

Desde luego, los servicios de sanidad pública y el Instituto de Enfermedades Tropicales deben extremar la vigilancia y proceder a la erradicación de los ejemplares detectados, llegados probablemente en estado larvario en alguna planta de procedencia africana, pero ni estamos ante una plaga ni se dan en Fuerteventura -único lugar de las Islas donde se han detectado- las condiciones de humedad y salubridad como para que esta pueda producirse.

Vigilancia, toda. Alarma, ninguna. Esa debería ser la actitud: actuar con sensatez, contención y prudencia en una región con tendencia a exagerarlo absolutamente todo, como hicimos con la falsa crisis de las microalgas. Esta vez, no conspiremos contra la principal fuente de ingresos de Canarias, que es el turismo. No avalemos con nuestra histeria mediática campañas interesadas en los tabloides ingleses.