La fascinación por la magia en el antiguo Egipto aumentó tras el descubrimiento de la tumba de Tutankhamón en 1922 con el tópico de la maldición de los faraones pero, más allá de momias que se levantan de sus sarcófagos, había fórmulas para "condenar" a los profanadores con el peor de los castigos: el olvido de su nombre para la eternidad.

Sobre "Amuletos, encantamientos y maldiciones: la magia de los antiguos egipcios" ha disertado en la Fundación CajaCanarias el egiptólogo Daniel Méndez, quien explica en una entrevista a EFE que éste es quizás uno de los asuntos más fascinantes y que más interés ha generado en el público contemporáneo.

Daniel Méndez, que es el subdirector de la Misión Arqueológica de la Universidad de La Laguna para el estudio y restauración de la tumba 209 en Luxor, señala que la importancia de la magia en la antigüedad se manifiesta en su constante presencia en la vida cotidiana y en la muerte de los egipcios.

Desde el pastor que recita unas palabras mágicas para cegar a los cocodrilos cuando pretende cruzar el Nilo con su rebaño, el médico que invoca a Horus para sanar una enfermedad, los difuntos para obtener beneficios en la otra vida o los ceremoniales religiosos que se desarrollaban en los templos para mantener la estabilidad del cosmos, muchos son los ejemplos de las prácticas mágicas.

Y es que la magia no era en absoluto una práctica ajena u opuesta a su religión, sino que formaba parte sustancial de la misma ya que su función era conseguir determinados objetivos que no podían ser alcanzados fácilmente mediante otros medios, precisa Méndez.

Para los egipcios la magia se fundamentaba en la existencia de "heka", un poder transcendental que existió desde el momento de la creación y que constituía una fuerza que podía ser usada tanto por hombres como por dioses.

Tenía un carácter moralmente neutro y su valor -positivo o negativo- dependía de la perspectiva del receptor, añade el egiptólogo, quien puntualiza que no existía ningún concepto similar a lo que hoy se consideraría como brujería.

Existían diferentes tipos de magia en el contexto egipcio y una de ellas era la defensiva o apotropaica, que consistía en repeler cualquier entidad adversa (divina o humana) que pretendiese realizar una acción negativa.

Esta era la magia más frecuente en el Egipto antiguo y puede observarse claramente en las esfinges que guardan las avenidas procesionales de los recintos sagrados más importantes o en la enorme cantidad de amuletos de muy distinto tipo que fueron producidos tanto para los vivos como para los muertos.

Otro tipo de magia, la productiva, se efectuaba con el objetivo de obtener un beneficio, por ejemplo una buena crecida del río Nilo que permitiese una producción agrícola favorable, o para propiciar la victoria antes de una batalla.

La predicción del futuro también estaba presente a través de la interpretación de evidencias como, por ejemplo, el vuelo de ciertas aves, los truenos, o los sueños (oniromancia).

Por último, la magia destructiva o agresiva se empleaba para destruir a enemigos (divinos o humanos) o para ejercer un dominio sobre su voluntad, como ocurría en las fórmulas mágicas amorosas, añade Daniel Méndez, que también es epigrafista del Proyecto Tahut para documentar, copiar y digitalizar los graffiti y relieves del templo egipcio de Debod en Madrid.

"Las maldiciones estaban presentes aunque de forma algo diferente a cómo se han presentado en el cine, la televisión o la literatura ya que más allá de momias que se levantan de sus sarcófagos para asesinar a quien las perturbe en su descanso eterno, existían una serie de fórmulas para proteger al difunto condenando mágicamente al profanador a una pronta muerte por diferentes causas", apunta.

También estas fórmulas podían condenar al profanador a no tener descendencia, al odio de sus familiares o al peor de los castigos posibles en una sociedad que buscaba la eternidad: su inexistencia y el olvido de su nombre, puntualiza el egiptólogo, asimismo epigrafista del equipo norteamericano-egipcio del South Asasif Conservation Project en las tumbas de Karakhamani, Karabaskeni e Irtieru.