Estamos ante un año electoral, y tanto los partidos políticos como determinados personajes con ínfulas de popularidad se llenan la boca con soluciones mágicas que ellos hubieran aplicado o aplicarían si en su mano estuviera desempantanar la catastrófica situación de las carreteras en Tenerife. Hoy, este caos afecta a las empresas, a los trabajadores, a los estudiantes, a los enfermos y hasta les tuerce la salud a los sanos, que se tiran horas y horas en una suerte de vías que nada tienen que ver con una isla de primera. Pero no hablamos de la autopista del Norte, hablamos también de la del Sur y del retraso en la ejecución de proyectos como el anillo insular o de la más absoluta indiferencia a la hora de abordar la vía exterior. Da la sensación de que nos ha sobrevenido un caos casi absoluto, ¿sin que nadie lo viera venir?

Pero si las colas son terribles, lo realmente bochornoso es escuchar a determinados políticos nacionalistas justificar, lejos de cualquier autocrítica, el porqué de este asunto. Y aquí lo que ha faltado es más Tenerife. Uno de los grandes pecados de los últimos presidentes del Gobierno de Canarias -todos tinerfeños- ha sido claudicar en favor de Gran Canaria para ser bien recibidos allá por los "lobbies": aunque lo nieguen mil veces, aunque no está ya de moda el pleito insular. Hoy Las Palmas en carreteras es el reverso de Tenerife. Y sobre estas diferencias empieza a girar ya toda una estrategia electoral para el año próximo, que, como les digo, es año electoral. Madre mía.

@JC_Alberto