El sondeo de Metroscopia que vaticina que Ciudadanos sería -si se celebran hoy elecciones generales- el partido más votado en España -con el 27 por ciento de los votos- ha levantado bastante revuelo. El PP se convertiría en segunda fuerza, con el 23,2 por ciento, y el PSOE pasaría a ser la tercera, muy cerca del PP, con un 21,6 por ciento; Podemos caería hasta el 15 por ciento, bajando del tercer al cuarto lugar.

El crecimiento de Ciudadanos desde la cuarta posición a la primera responde principalmente a la situación de Cataluña y al extraordinario avance producido allí por las candidaturas de Ciudadanos -que lograron aglutinar la respuesta antisoberanista- y por el éxito de Inés Arrimadas, la candidata del partido de Albert Rivera a la presidencia de la Generalitat. Era razonable esa concentración del voto en torno a la candidata no soberanista mejor colocada, algo que no llegó a ver el PP y que el PSOE no pudo evitar.

Pero la crisis abierta por el independentismo y la frustrada constitución de la República catalana han trasladado la polarización existente en Cataluña al conjunto del país, donde los votantes del PP -y muchos otros- han valorado las posiciones más claras y contundentes de Ciudadanos, frente a la moderación y las cautelas demostradas por Rajoy a la hora de afrontar el desafío. Para muchos electores, la aplicación del 155 se produjo tarde y condicionada por algunas exigencias erróneas, como la del PSOE para evitar la intervención de los medios públicos, que siguieron jugando con extraordinario descaro la carta del independentismo, a pesar de las reconvenciones de las juntas electorales.

Ciudadanos fue mucho más claro en su petición de aplicación del 155, desde que el Govern y el Parlament comenzaron a cometer ilegalidades en cascada, y mucho antes de la proclamación de la República Catalana. Una posición compartida por muchísimos votantes del PP. En ese sentido, quienes afirman ahora estar dispuestos a votar a Ciudadanos en unas elecciones generales proceden probablemente de dos grupos diferentes: el de un electorado que se reconoce a sí mismo como menos conservador en lo social y lo económico de lo que es el PP, y el de quienes sienten que ha llegado la hora de ser más duros en materias de política territorial. A ellos se sumarán también la gente cansada de corrupción y desgaste de las instituciones.

Está por ver que los resultados que adelanta Metroscopia se confirmen en los próximos comicios, y que no sean sólo fruto de la concreta coyuntura de la crisis secesionista, y por tanto no extrapolables a una hipótesis de elecciones legislativas. Sin embargo, personalmente me parece más probable que el sondeo dibuje una clara tendencia a la baja del Partido Popular, y a la recolocación del electorado más de derechas en torno a un partido que se reclama a sí mismo como centrista. Si eso fuera así, si el PSOE interpreta el cambio en la situación creada en el mapa político español, quizá sería el momento de resucitar para la política el valor del centrismo y de las ideas fundacionales de la democracia española, con un gobierno posible que sume al centro derecha y al centro izquierda, y sea capaz de asumir el retorno del consenso y acometer los cambios constitucionales que resulten realmente asumibles por la mayoría de la población. Entre ellos los que afectan a nuestro modelo de estado.

Ese fue el modelo que permitió los primeros cuarenta años de paz y democracia en la historia de España, después de un siglo y medio de contiendas civiles y dictaduras. No fue una mala fórmula. Asumiendo que las cosas cambian, que nada puede ser igual, quizá haya llegado el momento de plantearse recuperar aquel tiempo de acuerdos, concordia y consensos que permitió liquidar el franquismo.