Calle San Miguel, corazón del chicharrero barrio de El Toscal. En un ventanal, detrás de las rejas, todavía hoy se lee un sencillo cartel: "Miguel, sastre". Un timbre grueso anuncia la llegada a la casa de Miguel Delgado Salas, más conocido en el Carnaval -y la Semana Santa- como Miguel "El Mudo". En tanto Carnaval Internacional, murgas, comparsas, rondallas, las lentejuelas, un desconsuelo: "Se olvidaron de Miguel, ya no existe en el Carnaval", lamenta ella.

Su hermana da cuatro o cinco timbrazos roncos. Se apaga y se enciende la luz de la casa. Es la "contraseña" para llamar a Miguel, que llega poco a poco al recibidor, concediendo unos segundos para deleitarse la casa, donde se entremezclan fotografías familiares con las de Miguel disfrazado.

Acompañado de bastón, nos invita a su taller de sastre. Toma asiento ante el dolor de la columna que las operaciones no han logrado aliviar. Su hermana lo admira. Ha sido "un luchador, de mucho trabajo, pero de poco ganar". Conserva la mesa de cortar, una máquina de coser y piezas de tela. Miguel saca un pequeño portafoto con sus fantasías, desde 1962. "Franco no quería Carnaval, pero nosotros salimos a la calle. Primero Charlot, luego yo", acierta a comunicar. Nacido en octubre de 1938, el más pequeño de nueve hermanos. De los nueve -uno de ellos falleció muy pequeño- hoy solo viven Miguel y su hermana. El padre murió cuando tenía 56 años y la madre, a los 87. Antes de instalarse en San Miguel -"cuando se podía edificar"-, residieron en Segunda de Ravina. Miguel señala al portafoto: "¡Cosido, bordado, no pegado!", dice.

"El Carnaval le debe mucho a Miguel", recuerda su hermana. Hace más de medio siglo las fantasías no eran tan ricas. Él aprendió a coser con ella, que estuvo trabajando de modista 30 años y 18 meses en el Hospital de San Juan de Dios. Miguel se entusiasma y nos sorprende con un regalo, al invitarnos a subir al segundo piso de su casa, desafiando su movilidad. Acompañado con el bastón y agarrado del pasamanos, superamos una escalera de caracol y nos adentramos en un auténtico museo. Nada más en el descanso, una Inmaculada Concepción, de casi un metro, con una especie de camerino, con luz incluida, y un traje bordado al milímetro por él. De frente, un cuadro del Señor de las Tribulaciones realizado por él en relieve. Miguel es tan carnavalero como devoto y habitual en la Semana Santa chicharrera. En casa de Miguel, la Semana Santa queda a dos pasos del Carnaval. Nos adentramos en su habitación, donde pasa gran parte del día. Un salón con un camastro para garantizar su comodidad. Desde ahí ve la televisión y encima, encuadernadas, las fotos de los 27 trajes que desde 1962 vistió. Desde el "Negro" (1962) al Arlequín (2005). Fue en 1987 cuando concursó por última vez. Después se hizo algunos disfraces porque le podía la novelería, explica sonriente.

De Miguel destaca el bordado. Pero también la originalidad, la capacidad de transformar en Carnaval su cuerpo, bien en dos payasos (uno sobre de otro), o en un caracol o un Buda de diez brazos... Mágico. Un clásico de los concursos de disfraces (ganaba todos los primeros premios) y también de la plaza del Príncipe, a la que acudía con sus galas. También fue diseñador. Y echa mano de los álbumes que atesora para acreditar sus méritos. "Yo siempre primera dama. Ganaba Luis Dávila", con fantasías que confeccionó para la Casa Venezuela, la Masa Coral o la Asociación de Sordomudos, que presentaban sus reinas, adultas y luego infantiles. Desde el silencio, revisa las fotos, que inmortalizan a Miguel "El Mudo", historia viva del Carnaval.

Vea en su móvil el vídeo de "El Mudo" repasando su historia en el Carnaval.