No acaba ni una sola frase sin envolverla con un discurso pasional que justifica el universo que ha ido construyendo en torno a la Film Symphony Orchestra (FSO). "No soy un visionario, solo aspiro a que la música de cine en España sea tratada con el cariño y el respeto que se merece", precisa el valenciano Constantino Martínez-Orts (1977) sobre un proyecto cultural de capital privado que el próximo 26 de enero se instalará en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Partituras de "Casablanca", "El hombre de acero", "La Misión", "Titanic" o la siempre legendaria saga de "Star Wars" están en el itinerario de un espectáculo que en esta gira incorpora la magia de "La La Land". "Esto es algo más que un concierto", avisa un profesional formado en la composición y dirección de orquesta que quedó atrapado por el magnetismo de este género mientras completaba sus estudios en Londres, Los Ángeles y Nueva York. "En este país a la música de cine la trataron durante muchos años como a la hermana pobre del género clásico y esa idea había que cambiarla", recuerda al inicio de una entrevista efervescente.

¿Cómo se le ocurrió dar forma a la Film Symphony Orchestra?

Los proyectos que nacen a partir de una pasión tardan algo más en fracasar (ríe)... No digo que triunfen siempre, pero ese cariño que le inyectas al principio consigue salvar situaciones límite. La FSO se impulsa a partir de una apuesta personal por el cine y la música de cine, algo que en España todavía causa alguna que otra sorpresa. Cuando hablo de España no meto en el saco a Tenerife porque afortunadamente en la Isla hace tiempo que la música de cine dejó de ser algo casual gracias a la gran labor que desarrollada Fimucité.

Otra de las cuestiones que más peso tuvo a la hora de activar este proyecto fue acercar el lenguaje clásico a una audiencia mayor, ¿no?

Antes de que la FSO se hiciera realidad yo llevaba unos cuantos años dirigiendo óperas y zarzuelas en España y la realidad es que el público que acudía a esas citas tenía unas características muy concretas, tanto por su franja de edad como por su potencial económico... Una de mis preocupaciones era no distinguir a niños en las salas; no existía una audiencia joven que tomara el relevo. Eso me generó una profunda reflexión sobre lo que estábamos haciendo mal.

¿Y qué fallaba?

Principalmente, no sabíamos vender los conciertos... Un directo de Mozart puede ser tan gratificante como uno de Queen, solo hay que saber establecer unas prioridades y dejar que la música haga su trabajo. Si en España no hay más jóvenes en los auditorios es porque estamos haciendo algo mal, no por la calidad de los profesiones que trabajan en ellos. ¿Qué tiene de malo que haya personas que se acerquen al lenguaje clásico de una gran orquesta a partir de las bandas sonoras de Star Wars?

¿Entiendo que la música para usted tiene un sentido global?

Es un lenguaje universal con muchísimas variantes, pero único... Si entramos a valorar autores, épocas, estilos, influencias esto se va a alarga mucho... Yo me siento igual de privilegiado dirigiendo una partitura de John Barry, Hams Zimmer o John Williams que una gran sinfonía de Beethoven. Una de las prioridades de la FSO es mostrar a la audiencia la obra de los grandes desconocidos del lenguaje sinfónico.

¿Ese componente pedagógico es vital a la hora de impulsar los proyectos de la FSO?

Esa es la intención. Si logramos que un niño establezca una relación entre la música de "Iron Man" o "El hombre de acero" y el universo sinfónico ya nos podemos sentir recompensados. En medio de una sociedad con tantos estímulos tecnológicos es vital saber jugar nuestras bazas.

¿Apostar por un proyecto privado de esta magnitud en medio de un ciclo económico tan inestable tenía un componente quimérico importante?

Lo único que necesitas es confiar ciegamente en una idea... Lo otro, lo de invertir el dinero tuyo y el que te puedan prestar, deja de ser un problema mayor si tienes claro lo que quieres hacer y, sobre todo, encuentras a las personas adecuadas para llevar a cabo este viaje. Las locuras como estas hay que creérselas desde el principio.

¿Sí, pero hay locuras que son más grandes que otras?

Esta es una de las mayores que conozco (sonríe)... Ya le adelanto que no es nada fácil movilizar a un grupo compuesto por más de setenta músicos, técnicos y otros profesionales que integran una producción compleja.

¿Entre esas complejidades está sacar el mejor rendimiento posible de un montón de personalidades?

Eso es algo que no difiere tanto en relación a otras orquestas... La música amansa a las fieras y aquí todo lo hacemos muy fácil. La primera premisa para estar en la FSO es que aquí hay que disfrutar cada momento. El que viene a la Film Shyphony Orchestra tiene que amar la música de cine y dejarse la piel como si estuviera interpretando a Puccini o Vivaldi. El que no sienta eso está en la orquesta equivocada. La suma de muchos pequeños detalles es lo que provoca que el público entienda que hay un grupo que roza la excelencia.

¿Cuáles son los criterios que sigue a la hora de renovar el repertorio de sus giras?

Intentamos ser justos con la historia del cine y con sus grandes compositores, es decir, que en un repertorio estén representados el mayor número de géneros y autores. En el programa de un concierto, que se puede alargar unas dos horas y medias, es inevitable que falten algunos títulos pero a lo largo de estas cinco giras hemos realizado grandes selecciones.

¿Cómo explica la fidelidad que existe en torno a proyectos como este o el de Fimucité; por qué el público muestra su apoyo incondicional a estos proyectos?

Esa es la magia de la música de cine... Algo que se ha colado en el salón de nuestras casas y que ahora se puede disfrutar en vivo. La música necesita de estas muestras de fidelidad para conservar intacta toda su grandeza.