La situación política, económica y social por la que atraviesa España suele acaparar la atención de los grupos políticos, tanto los del Gobierno como los de la oposición. La crisis económica que no parece tener fin, el paro, el secesionismo que amenaza con romper la unidad de España, la Educación, las interminables listas de espera en la sanidad pública, etc., son asuntos que suelen estar en boca de todos los políticos, como latentes e inacabables. Sin embargo, el problema demográfico no parece centrar la atención en su agenda, pese a que los datos que las estadísticas ofrecen evidencian un gravísimo problema a medio y largo plazo.

Así es. No debemos ignorar que la demografía en España constituye un preocupante problema que, aunque sus síntomas son actuales, sus secuelas se manifiestan al menos con un retardo de quince o veinte años. Motivo por el que los políticos le prestan tan poca atención, prefiriendo dedicarse a otros asuntos más efectivos para plantearlos en las elecciones, es decir, a lo que llamamos "Estado del Bienestar": Sanidad, Educación, atención a los mayores y dependientes, lucha contra la pobreza, desempleo, etc.

Indudablemente, la raíz básica del problema demográfico se halla en la baja fecundidad de las mujeres. En España las encuestas nos dicen que la mayor parte de las mujeres quisieran tener dos o tres hijos, pero solo pueden tener uno.

La natalidad en España ha descendido en los últimos años hasta unos niveles realmente preocupantes. Y cada vez más. La edad media de maternidad es de las más tardías de Europa y no cesa de crecer. Además, hasta un 30 % de las mujeres tiene su primer hijo con más de 34 años.

Son diversas las causas del bajo índice demográfico, aunque tienen que ver con la revalorización del papel de las mujeres en la sociedad. Lejos quedan ya aquellos años en los que el destino de las mujeres era la casa y los hijos. Ahora, la mayoría de ellas tienen estudios superiores y se abren paso en el ámbito laboral, porque la situación económica general no permite afrontar los enormes gastos que una familia debe acometer: hipoteca o alquiler de vivienda, alimentación, vestido, suministros como agua, luz, gas, teléfono y un largo etcétera.

¿Y qué hacer entonces? ¿Quedarse en la casa criando hijos o realizarse como personas igual que los hombres en el mundo laboral? Decepcionante es comprobar que España es uno de los países europeos que menos ayudas concede al fomento de la familia, bien mediante subvenciones, deducción en el IRPF, bonificaciones salariales por hijos, mejor tratamiento laboral para las mujeres embarazadas, permisos por maternidad y crianza, guarderías infantiles gratuitas, etc., como ya se aplica en otros países, de tal manera que la mujer no tenga que renunciar a la maternidad por imperativos laborales o económicos. La familia para su fomento necesita más protección.

España se halla sumida en una espiral creciente de envejecimiento de la población, con un registro de nacimientos que cae en picado. Así, durante los seis primeros meses de 2017, el número de nacimientos fue de 187.703, la cifra más baja en 18 años, mientras que las defunciones, en ese período de tiempo, crecieron hasta las 219.835, o sea, se produjeron 32.132 fallecimientos más que alumbramientos. Por tal motivo, España se encuentra en crecimiento vegetativo negativo.

Ante esta situación, las consecuencias del bajo índice demográfico las sufriremos todos, en mayor o menor medida cuando la jubilación asome a nuestra puerta y tengamos problemas para percibir la pensión que por años de trabajo y cotización nos corresponde.

Da la impresión de que nadie con responsabilidades de Gobierno se quiere enterar de que la crisis demográfica nos afecta a todos, y esto es preocupante; por ello cabe afirmar: Rajoy, tenemos un problema.