Los anestesistas o anestesiólogos son los más olvidados por los pacientes durante y después de la operación. Se cree que su única función es "dormir" a la persona que va a entrar en quirófano cuando su labor va mucho más allá y una de las más importantes es "mantener al paciente vivo".

El anestesista es también un médico especializado, y no solo se encuentra en quirófano. Este profesional acompaña al paciente antes y después de someterse a la cirugía, además algunos también llevan a cabo proyectos de investigación sobre la materia.

La jefe de servicio de Anestesiología y Reanimación del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria, Elena Espinosa, define su trabajo como el acto de "cuidar al paciente". Para ello, antes de la operación, se realiza una consulta de preanestesia (que no prueba de preanestesia como está ampliamente extendido), donde el profesional ve al paciente para determinar, según su estado de salud y sus posibles patologías, qué anestesia le vendrá mejor.

Ya dentro del quirófano, el anestesista se encarga de que "todo salga bien" para que, si el paciente sufre algún problema durante la operación, pueda solucionarlo rápidamente. De hecho, el anestesiólogo debe estar presente, normalmente en la cabecera de la cama, durante todo el proceso operatorio.

Tras la intervención, el profesional se queda el resto del tiempo cerca del paciente en uno de los dos tipos de Unidad de Reanimación -una para operaciones complicadas y otra para las más sencillas-, ya sea para paliar su dolor como para cerciorarse de que sus constantes son adecuadas en todo momento.

Fuera de quirófano, además, los anestesiólogos participan "en muchos otros servicios", como afirma Espinosa. "Para realizar pruebas dolorosas y largas, en la Terapia Electroconvulsiva (TEC), e incluso, a la hora de hacer resonancias magnéticas o TAC", incide la doctora. Estas últimas se realizan especialmente en niños, pues son pruebas largas que requieren que la persona permanezca muy quieta.

De hecho, y en esta línea, la subespecialización pediátrica en la anestesiología es cada vez más importante. En el Hospital de La Candelaria existe un equipo concreto dedicado a la anestesia en niños. "Tendemos a pensar que los niños son adultos pequeños, pero nada más lejos de la realidad", insiste Espinosa. "Como trabajamos con el peso de una persona, a veces se piensa que se debe suministrar la cantidad de anestesia equivalente de un adulto a un niño dependiendo de su peso", afirma la anestesista, que remarca que eso nunca es así.

Especialmente en el caso de los TAC en niños, Espinosa explica que es uno de los trabajos más difíciles. Y es que ningún médico puede permanecer dentro de la sala mientras se hace la prueba. De esta manera, aunque todo se monitoriza desde una sala adyacente, existe una complicación para los anestesiólogos, y es que "no podemos ver las señales que da el cuerpo cuando va a ocurrir una complicación". Espinosa es, de hecho, un ejemplo de anestesióloga que ha dedicado décadas de su vida a la especialidad y que es capaz de determinar que "algo va a ir mal" tan solo fijándose en el paciente.

La especialista asegura aún así que su trabajo es, como decía uno de sus compañeros, "99% control, 1% pánico total". Pero están formados para que, las pocas veces que pasa una complicación, puedan controlar al paciente de forma impecable.

Más tecnología, pero siempre con humanidad

El futuro a medio-largo plazo de la profesión parece ser claro, los quirófanos cada vez serán más tecnológicos. "Se monitorizarán más constantes del paciente", augura Elena Espinosa, que además considera que los especialistas no podrán ser reemplazados por elementos tecnológicos. "Tenemos algo que la máquina no posee: intuición", sostiene Espinosa. Por eso, aunque la tecnología pueda determinar elementos tan importantes como la analgesia, la profundidad del sueño o el nivel de relajación del paciente, será imposible reemplazar el trabajo del anestesiólogo, que muchas veces predice el problema antes de que ocurra.

Más a corto plazo, los proyectos de investigación que se están realizando en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria dan unas pinceladas a las posibilidades que se abren en la materia. Por un lado, están estudiando cómo la genética puede influir en que las personas con sepis -infecciones graves- respondan de una manera u otra a la anestesia. Se trata de "identificar los genes que hacen que una persona esté protegida ante la infección".

Otro de las investigaciones se dedica al estudio del cáncer. Y es que se ha constatado que el propio acto quirúrgico puede provocar inmunodepresión en los pacientes, generando una infección o, incluso, que recaiga en la enfermedad. Por esta razón, desde el grupo de investigación se está comprobando que tipo de anestesia los protege mejor. En esta línea, están comprobando que otros medicamentos, no derivados de la morfina, pueden funcionar en estos pacientes.