Uno de los pequeños problemillas de Canarias es que recibimos cada año más de cinco mil millones por una red de tuberías de transferencias, ayudas, subvenciones e instrumentos de cohesión de España y la Unión Europea. Una pasta. Y cuando alguna de esas mangueras se tupe, aquí las pasamos canutas. El mejor ejemplo lo hemos tenido durante los años de la crisis, cuando el Gobierno español decidió cerrar el grifo de la financiación a las Comunidades Autónomas sin discriminar entre las pobres y las ricas. Aquí las pasamos moradas en servicios públicos como la Sanidad o la Educación.

El presidente canario, Fernando Clavijo, se está partiendo la cara estos días para que las regiones ultraperiféricas no se vean afectadas por los recortes del presupuesto comunitario que van a producirse a cuenta de la salida de Gran Bretaña. Razón tiene en estar preocupado, porque los tiempos están cambiando. Un ajuste de doce mil millones seguramente va a tocar las políticas de ese gran tinglado de subvenciones que tienen montado los comunitarios. Y una de las líneas más afectadas va a ser la Política Agrícola Común, que es el rimbombante nombre con el que se conocen los cincuenta mil millones que se inyectan cada año en la ganadería y la agricultura de los países miembros.

Canarias, con la población de una ciudad importante de Europa, es un territorio mantenido. Y hace años que algunos venimos diciendo que cuando uno vive de prestado está expuesto a muchos inconvenientes. Conviene que aterricemos en la realidad. Y esa realidad es que deberíamos empezar a practicar una saludable soberanía financiera para aprender a vivir de nuestros propios recursos.

Estamos en pleno debate sobre el sistema de financiación autonómico, en el que podemos perder los palos del sombrajo. Y en medio de un reajuste del gasto comunitario. La actualidad nos manda señales de que los ricos están cada vez menos dispuestos a seguir poniendo recursos para que se inyecten en los territorios pobres. Y eso sin entrar a considerar que, en términos de pobreza, hay muchísimas zonas de la UE que están en peores condiciones que nosotros. Por muchas razones que no viene al caso enumerar, las Islas Canarias seguramente seguirán manteniendo una gran parte de los recursos financieros que recibimos por ser ciudadanos que viven en donde el diablo perdió los cuernos. Eso sólo significa que ganaremos algo más de tiempo para hacer la tarea pendiente.

Aplicando el sentido común, deberíamos reducir gradualmente nuestra dependencia exterior. En materia energética y en la financiación de nuestra vida. Como un adicto que gradualmente va rebajando su dosis para desintoxicarse. Hay territorios con menos recursos que los nuestros que son capaces de vivir con una dependencia que se reduce al intercambio de bienes y servicios con sus mercados. Ahora mismo es prioritario no perder ayudas y recursos, pero perpetuar el modelo de la mano extendida y mendicante es el peor favor que podemos hacernos a nosotros mismos.