Hoy comienza para nuestra ciudad el que podría denominarse año jubilar de la música. Hoy, dos de febrero, se cumple un siglo de la fundación del Orfeón La Paz y se inician las celebraciones con que la laureada entidad se propone conmemorar tan importante efeméride. Mantenerse vivo y cantando cien años, y haciéndolo bien, lo merece. El Orfeón La Paz comenzó su andadura en un momento marcado, por una parte, por la alegría y la esperanza que llevaba consigo la finalización de la primera gran guerra europea, la de 1914 a 1918, pero por otro con el desasosiego de nacer a la vida cultural y artística en un momento en que se mantenían vivos y con intensidad los crueles arañazos del conflicto bélico, que se ensañó con Canarias de manera singular. Como siempre, los peores efectos los padecieron las clases más desfavorecidas del archipiélago, maltratado por un cerco férreo de aislamiento; tiempo de hambre, de miseria, de necesidades sin cuento de un pueblo que se sentía abandonado pero que nunca perdió la fe en su recuperación. Se entiende que el Orfeón tuviera un nacimiento muy humilde y difícil. Conviene recordarlo para que se valore la fuerza con la que arraigó. Sus fundadores fueron pocos pero todos personas entusiastas y comprometidas con aquellos momentos y con la sociedad, y tuvieron como inspirador, alentador y guía a un hombre que, este año como ningún otro, merece ser recordado con tanto respeto como gratitud: don Fernando Rodríguez, el popular don Fernando el de la Música, como le conocíamos todos, grandes y pequeños, ricos y pobres en la ciudad. Él, su primer director, hizo el milagro de aunar voces, esfuerzos y voluntades para cantar en paz la necesaria paz, para inaugurar una época nueva, para recuperar con el canto bien timbrado la alegría, la fe en el ser humano y en el porvenir, y el anhelo de tiempos mejores. Y con don Fernando, una pléyade de beneméritos orfeonistas, que sería imposible enumerar. Recordemos de todos ellos, por su personalidad, por su ejemplar tesón y por su entrega apasionada al arte de la música coral, al compositor y poeta José González Gutiérrez, conocido popularmente por "Pepe el cartero", autor de partituras de mucha originalidad, además de excelente cantante; al también compositor Francisco Delgado Herrera, "Pancho el de la jueza", desaparecido trágicamente por motivos políticos al estallar la guerra civil, que creó para el Orfeón numerosos pasacalles carnavaleros, a los que solía ponerle letra Juan Pérez Delgado, "Nijota"; Manuel Hernández, dignísimo sucesor de don Fernando al frente del conjunto coral; Enrique Simó Delgado, una de las voces más firmes y puntal insuperable del mejor orfeonismo a lo largo de muchísimos años, y Ricardo González Tejera, abanderado perpetuo, que paseaba con orgullo la enseña de la laureada entidad con las cintas bordadas de los múltiples galardones conquistados por el Orfeón a lo largo de su historia. Ellos representan a todos muy ajustadamente. En estos cien años de vida, el Orfeón La Paz ha sido fiel a sus orígenes. Ha cantado sin tregua, con la mayor calidad y versatilidad, y ha sido al propio tiempo uno de los mejores voceros de nuestra ciudad, acaso el más popular y constante. Sobrados motivos para que la conmemoración que hoy ilumina esta página áurea de la historia de San Cristóbal de La Laguna se vea arropada con el calor y los afectos de cuantos, laguneros y no laguneros, aman el arte y en particular la música. Los mayores parabienes en este día y que el Orfeón prosiga su fecunda trayectoria larguísimos años.

*Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna