El mes del amor seguramente es también el mes de las joyas. Mirando hacia atrás, una de las colecciones más llamativas es la de la actriz Elizabeth Taylor. En alguna ocasión su madre contó que Liz no abrió sus ojos violetas hasta los ocho días de vida, y cuando lo hizo en lo primero que se fijó fue en el anillo que su padre le había regalado en su compromiso.

La primera de sus joyas, más importante, fue una antigua y elegante tiara de diamantes del año 1880 con la que Michael Todd le propuso matrimonio. Sin embargo, fue Richard Burton quien hizo que su joyero fuera uno de los más admirados; repleto de piezas grandes, carísimas y legendarias. Su historia de amor podría narrarse dando un paseo por las alhajas que reposaron en el escote de la actriz, prendidas a su elegancia, colgando de sus orejas o "abrazando" sus dedos.

Burton envió al rodaje de "Cleopatra" el anillo con una esmeralda y doce diamantes: esta sería la sortija que abriría un sinfín de regalos de metales y piedras preciosas. Las esmeraldas jugaron un papel importante en la relación. El regalo de bodas de la actriz fue un majestuoso collar de platino y las piedras de color verde. Ambos diseños de Bulgari.

Sin embargo, los diamantes fueron las gemas preferidas de la pareja, con ellos se "regaron" las alianzas que sellaron sus dos matrimonios. El más conocido de todos es el diamante Elizabeth Taylor. Era el preferido de la actriz, lo usaba siempre a pesar de su tamaño, 33,2 quilates, nada más y nada menos. En un principio lo llamaban el diamante "Krupp". Es de corte "asscher" y se encuentra engastado en un anillo de platino.

Con forma de gota y 68 quilates de peso el diamante Taylor-Burton es uno de los ejemplares más llamativos. Por él se pagaron 1.100.000 dólares, cuando hasta entonces la pieza más costosa se había subastado por 305.000 dólares. Y si las decisiones las tomaban casi por impulsos -como cuando, allá por los 70, quedaron fascinados con Tenerife y compraron terrenos en el sur de la Isla-, el actor actuaba de esa manera a la hora de adquirir joyas para su esposa.

El broche "La noche de la iguana" se lo regaló en 1964, para que la diva lo usara en el estreno de la película del mismo nombre. Y entre las anécdotas con diamantes, los anillos "Ping Pong" se suben al pódium. La actriz ganó una apuesta con su esposo. Él le dijo que si le anotaba diez puntos en una partida de ping-pong, le compraría un diamante. Ella anotó 30, así que el trofeo fue el "set" de tres anillos.

Se cuenta que para los 40 años de Taylor, Burton quería regalarle el Taj Mahal; como no era posible, la agasajó con el collar que lleva este nombre. Teóricamente perteneció a Sha Jahan, el emperador indio que construyó el monumento. Tiene como piedra principal un enorme diamante en forma de corazón que fue tallado por primera vez en 1630.

Una de las piezas con más historia es "La Peregrina". Una enorme perla en forma de lágrima que pasó de manos de Felipe II a José Bonaparte, a Napoleón III y al duque de Abercorn. En 1914 estaba en una joyería inglesa que se la ofreció a Alfonso XIII, pero no hubo acuerdo. Se dice que el rey consiguió una muy similar que la sustituye en las joyas de la corona de España. Llegamos así a 1969 y "La Peregrina" sale a subasta en Nueva York. Alfonso de Borbón y Dampierre paró la puja en los 20.000 dólares. Richard Burton pagó 37.000, parece que una cifra nada casual pues se la regaló a Liz para su 37 cumpleaños. Fue ella misma quien mandó a que Cartier la aderezara con rubíes. Esta perla ofrece algún episodio digno de llevar a la pantalla en el libro "Mi romance con las joyas", publicado en 2002.

La espléndida gargantilla y pendientes de rubíes y diamantes fue un regalo de su tercer marido, diseño de Cartier. Por su parte, su matrimonio con Eddie Fischer la deleitó con el broche "Tremblant", que viste los motivos vegetales de diamantes y esmeraldas. Taylor recibió joyas de otros hombres con los que no se casó. Por ejemplo, Michael Jackson le regaló el "Monkey Necklace". La gargantilla con diamantes, esmeraldas y oro guarda un significado muy especial por la amistad entre ambos.

Aunque la historia de amor entre Elizabeth Taylor y Richard Burton ha llegado a ser una de las más conocidas del siglo pasado, cuentan que la última carta ella la recibió al volver del funeral del actor: él la había escrito tres días antes de morir y le pedía otra oportunidad. La actriz, de quien seguro estuvo enamorada, desde que se abrieron sus violetas ojos hasta que se cerraron para siempre, fue de las joyas. ¡Un amor para siempre lleno de brillos!