Han transcurrido menos de veinticuatro desde la finalización del certamen de Rondallas del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, donde la Unión Artística El Cabo se alzó con el primer premio de interpretación y el de solistas, en la voz del tenor Javier Hernández, además del tercero de presentación, con la fantasía titulada "Nostalgia de una época".

El director de esta agrupación, el maestro Israel Espino, contestaba en la tarde de ayer desde el otro lado del teléfono con timbre claro. Sus palabras, cadenciosas, desprendían sosiego y sus respuestas se acomodaban a compás.

Del cúmulo de sensaciones que ha vivido en estas últimas horas -todas ellas muy buenas-, Israel Espino recuerda que "antes de salir del local, camino del concurso, recibí muchísimos mensajes de ánimo y cuando abandonábamos el Auditorio, tras el concurso, se multiplicaron. Todavía hoy (por ayer) no he podido contestar ni a la mitad de los mensajes. Pero más allá de los cartones de los premios, me quedo con el cariño de la gente".

La opinión generalizada estima que el concurso del domingo rayó a gran nivel, que la lírica va ganando enteros en el Carnaval de Santa Cruz.

Sin duda alguna. A mi juicio, las rondallas están subiendo el nivel, tanto en calidad interpretativa, por lo que se refiere a los instrumentos y las voces, como también en el capítulo de la selección de obras y, de igual manera, en el apartado de solistas. La creciente demanda de entradas para asistir al concurso creo que representa un indicador significativo de ese creciente interés.

¿Puede haber contribuido a este relajamiento la rivalidad entre la agrupación que usted dirige, la UA El Cabo, y el Orfeón La Paz?

Hablaría de rivalidad, pero entre comillas, y entendida como una práctica sana. Creo que antes existía más presión. Lo cierto es que después de haber realizado el año pasado una buena actuación, que en opinión del jurado nos valió el primer premio de Interpretación, para esta edición lo que nos planteamos fue superarnos a nosotros mismos, más allá de lo que pudieran llegar a hacer el resto de las agrupaciones en el concurso. Y ese fue el verdadero estímulo: mentalizarnos sobre lo que teníamos que hacer para intentar subir una nota más.

Y en ese camino hacia el más difícil todavía está el riesgo en la elección del repertorio, apostando por la complejidad de dos piezas operísticas, ¿no?

Me decidí por incluir en el programa dos óperas y, además, de enorme categoría. De una parte, la "Marcha triunfal" de "Aída", de Verdi, sobre la que comentaba a los compañeros del grupo que la interpreta un coro de nada menos que ochenta voces, acompañado por una orquesta sinfónica...

Más lo que supone transportar esa partitura sinfónica al lenguaje de las cuerdas.

También, porque la adaptación de una obra sinfónica a la partitura de un conjunto de pulso y púa es compleja y su ejecución requiere trabajo y esfuerzo. Y, como decía, también incluimos un aria de "Il Trovatore", de Verdi, en la voz de Javier Hernández, además de fragmentos de nostalgia, con Argelio Bermúdez y Manolo Gándara.

¿Cambiaría algo del modelo de concurso?

No estoy de acuerdo con que el tiempo de actuación se fije en 30 minutos corridos, sin pausas entre temas, porque no nos da la posibilidad de afinar y ajustar.