Este es uno de los temas más escabrosos y complicados de resolver, dada la situación económica y laboral actual, con cifras demasiado altas de paro y un incierto futuro para la población activa. Aunque el año pasado se crearan seiscientos mil puestos nuevos, buena parte de ellos son precarios. En otros países de Europa también existe paro, pero menos de la mitad que en nuestro país; por ello, lograr un equilibrio debe ser el objetivo. Con esta inestabilidad las pensiones son el principal dilema para cualquier Gobierno, pues la vida de los jubilados se alarga cada vez más y necesitan más tratamientos médicos. Una esperanza de vida mayor tiene como consecuencia que los pensionistas perciban sus emolumentos durante mucho más tiempo, y, con tres millones y medio de parados que no contribuyen a la caja de la Seguridad Social, la situación puede hacerse insostenible.

Los cantos de sirena de los partidos políticos en los que anuncian aumentos y mejoras de los salarios no se apoyan en ningún tipo racional y realista de la situación; son un verdadero brindis al sol, por lo que los votantes deberíamos estudiar mucho mejor las opciones a la hora de elegir a nuestros representantes, y los pensionistas siempre somos objetivo de los políticos, que nos utilizan según el baile.

Los expertos en política económica dicen que los políticos españoles tienen los salarios más bajos de toda Europa, en comparación con lo que cobra cualquier asesor o técnico de una gran empresa privada. Puede ser verdad, y si comparamos el salario del presidente del Gobierno con el de cualquier alcalde de una ciudad de treinta mil habitantes, el presidente sale perdiendo. Considero que los representantes políticos de España están suficientemente remunerados; el desequilibrio está en los mandos intermedios, en los asesores y en los muchos dispendios de los distintos órganos de gestión que no sirven absolutamente para nada, como, por ejemplo, el Consejo de Estado, donde se sientan los "elefantes" caducados, con despacho, secretaria, chófer y muchas otras prebendas. En España lo que sobra es mucha gente con salarios altos, a los que deberían aplicar el bisturí o extirpar definitivamente, pues ni trabajan ni aportan, son los verdaderos "ninis" del país.

La melodía favorita del político es hablar de igualdad y de tener una sociedad más justa que favorezca a los menos protegidos, como la canción de Rita Pavone: "Parole, parole, parole?", pero en realidad son más de: "Primero yo, después yo y más adelante yo".

Los pensionistas hemos recibido una carta amena y divertida de la ministra de trabajo, Fátima Báñez, en la que da las gracias por nuestra contribución en 2017 y donde explica que la mejoría económica contribuye a que nuestras asignaciones subirán nada más y nada menos que un 0,25 %. Para un pensionista que cobre por encima de los mil eurazos puede que signifique algo, poco, al menos dará para una comida fuera de casa, pero para el resto, los que llegamos a 700 euros, o la gran mayoría, que apenas cobran 300 euros, contributiva o no contributiva, la subida de la asignación causa una "risita" angustiosa, máxime cuando el IPC subió un 1,5 %, y aplican el IRPF cuando el pensionista ya no es un trabajador y debería estar exento. Por ello un colectivo de pensionistas está formando una asociación para devolver su cariñosa carta y que con ella se limpie? lo que quiera, aunque lo que piensan sería lo adecuado, ya que es más cara la misiva y el sobre que el papel higiénico.

Esto demuestra que no existe verdadera caridad humana; les importa poco que los que cobran pensiones minúsculas estén ocupándose de sus hijos y nietos porque en su casa están todos en el paro. Lo lógico es que el salario mínimo estuviera en mil euros; ese es el verdadero equilibrio de una sociedad más justa que no permita tener a gente en el límite de la pobreza, o que se vea avocada a elegir entre pagar la luz o el transporte a un centro sanitario a hacerse un tratamiento. Cáritas dice que el 30 % de la población está en esa situación.

¡Rebajen ya sus sueldazos! La dignidad de un pueblo empieza por no permitir el sufrimiento de sus semejantes, pues los enfrentamientos existen por esa falta de solidaridad.

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