La portavoza de Podemos, Irene Montero, ha sido injustamente atacada por utilizar un palabro no reconocido por esa casposa y anciana institución llamada Real Academia de la Lengua, que desprecia por igual el coño que la coña. La tal RAE no admite la palabra "portavoza", pero Montero, con mucho acierto, acierta a decir que su deseo es visibilizar la lucha feminista. Igual existen mejores maneras de luchar, pero cada una elige la que le da la gana o el gano.

La Academia de la Lengua es una institución fosilizada que por lo visto no es capaz de hacer caso a las portavozas de España. Como un ciclisto que pedalea para no caerse pero sin rumba. ni rumbo; como un pianisto que golpea las teclas sin melodía, los académicos se atrincheran en la maldita "o" machista, como policíos del lenguaje, en el puro inmovilismo y censuran a quienes inventan desde la libertad.

En la escuela decían que la letra con sangre entra. Pero esta Montero no es la Montero a la que Pablo Iglesias quería azotar el culo hasta que sangrara levemente. Esa era una periodista considerada de derechas. Esta es otra. Una joven política que habla habitualmente con los periodistos y periodistas de la prensa española sustituyendo a su jefe, para que no se queme, y a Errejón, que se quemó. Y que desea feminizar el lenguaje a las bravas.

Cada una a lo suyo. Las portavozas a pegarle de hostias al diccionario para hacer la revolución y las mujeres trabajadoras a romperse los cuernos para que les paguen lo mismo que a los machos por hacer el mismo trabajo. O para que les dejen ser estibadoras, buzas o pilotas, entre otras muchas profesiones antaño viriles. Ahí como que no funcionan la lengua ni el lenguaje, sino las leyes y los ovarios.

Pero igual es bueno que el género se convierta en génera y el sexo en sexa. Y que digamos portavoza o ambulancio o televisora o bicicleto o lo que nos salga de las cojonas. Porque así la lengua se transformará en algo -o en alga, que además es comestible excepto cuando es micro, que es una mierda- divertido, sin las puñeteras reglas que nos hacen aprender en nuestra más tierna infancia.

Aboliendo las normas del lenguaje y desaparecida la RAE por inútil, las palabras serán como queramos cada uno y una que sea y como es la vecina la que elige la alcaldesa y es la alcaldesa la que quiere que sean las vecinas la alcaldesa. Y así, gente tan dispar como Rajoy y Montero, desde la fosa o abisma ideológica que les separa, podrán sacudirse la opresión de la gramática y la sintaxis. Ya no crearán un lenguaje sicodélico porque el verbo se hará carne y será la carne de sus lenguas. Aunque si se monta un pollo, será la polla: una póstuma ironía del machismo.