Hay alguien del Parlamento de Canarias que se está descojonando por las esquinas, porque votando en contra de su grupo político la ha liado a lo grande. Y sin costo alguno. Y eso es grandioso, aunque por el camino haya jugado con el prestigio, la paciencia y la imagen de dos profesionales de la comunicación que a estas alturas ya deben saber -si no lo sabían de antes- lo miserable que es la política en Canarias.

La tercera votación para nombrar a las dos consejeras que iban a cubrir las vacantes del consejo de la Radio Televisión Canaria (dos de las cinco plazas) acabó, como ya sabemos: con la fuga de un voto de los 36 necesarios que hizo naufragar la propuesta. Lo más divertido es que cada partido tiene una explicación distinta del voto traidor. Una perfecta explicación que acusa a los adversarios, aunque ninguna tiene en consideración el menosprecio a las dos profesionales a las que se estaba votando.

Uno tiene sus sospechas de quién votó y por qué lo hizo. Pero las sospechas están muy lejos de las certezas. Y en esta tierra es tan posible la deslealtad como la golfada política. No quiero cansarles con hipótesis. En el PSOE y en Coalición hay gente que no está de acuerdo con los liderazgos y que reza, en silencio, para que sus actuales dirigentes se estallen como una pita. Hay diputados que quieren que Clavijo sea declarado culpable de la muerte de Manolete y que sueñan con que Angel Víctor Torres se vaya a cavar una fanegada de papas en Arucas. Cualquiera de ellos pudo hacer la putadita del voto. Pero también pudo ser una orden de arriba para liarla más. Hay gente muy perversa.

En el otro lado no están mejor aunque se les note menos. Además, ninguno de los partidos, desde el PP a Podemos pasando por Nueva Canarias, ha movido un dedo para que las cosas cambien en una casa que cuesta cuarenta millones de euros a todos los canarios. Están jugando a la política del desgaste con el dinero de nuestros impuestos. Les importa una mierda la televisión, la programación y los profesionales que trabajan en una empresa pública. La Televisión Canaria se ha convertido en el escenario de una batallita miserable entre partidos que se dan codazos por ponerse a favor de los medios que aspiran al concurso de los 140 millones de euros.

En el vertedero incontrolado de la política en las islas da igual que dos periodistas sean menospreciadas por la peor mediocridad parlamentaria que uno ha podido ver en tres décadas. Da igual que los asuntos se eternicen en discusiones inútiles sin que nadie haga nada por pactar soluciones. Y da igual que se siga tirando el dinero de los canarios por un sumidero. Todo da igual mientras algunos se sigan meando de risa. Lo malo es que se mean en todos nosotros.