Leo que el propietario de la cadena hotelera RIU, Luis Riu Güell, se entregó el lunes a las autoridades de Miami, donde ha sido acusado de corrupción. El empresario, al que se le impuso una fianza de alrededor de veinte mil dólares que le ha permitido volver a su residencia en Mallorca, ha sido acusado de ofrecer pernoctaciones gratuitas al que fuera director de Construcciones de la ciudad de Miami Beach, a cambio de que este hiciera la vista gorda en la renovación de un hotel de RIU en una de las playas de la ciudad. Lo más probable es que tanto Luis Riu como el vicepresidente regional de esa cadena -con un montón de hoteles en Canarias, especialmente en Gran Canaria- terminen ambos libres de los cargos que se les imputan, pero lo que a mí me llama la atención del asunto es que gente tan principal, rica y poderosa acabe teniendo que responder ante la justicia estadounidense de una práctica en otro tiempo tan común como ceder habitaciones gratis a amiguetes.

En Canarias esa práctica -muy frecuente en algunos hoteles- ha favorecido a concejales, periodistas, famosillos y hasta algún presidente de Gobierno con fama de calentón. No digo que merezca la misma consideración moral aceptar una invitación para vacaciones gratis -como solía hacer el exministro Soria de algunos empresarios- que dejar de cumplir con tus obligaciones funcionariales en agradecimiento por ese tipo de detalles, como quedó demostrado que ocurrió en el caso del exalcalde aronero Berto González Reverón. Reverón fue juzgado por prevaricación, malversación de fondos y tráfico de influencias, entre otras cosas, por haber dejado de cobrar las tasas de licencia de obra mayor al grupo de hoteles Mare Nostrum. Según el sumario del juicio, el Ayuntamiento renunció a cobrar 300.000 euros por obras de rehabilitación realizadas sin permiso, cantidades que Berto le habría perdonado a Mare Nostrum a cambio de acceso ilimitado a lo que en jerga hotelera se denomina como "habitaciones de cortesía". De las grabaciones telefónicas realizadas por la policía judicial, y del interrogatorio del que era entonces delegado de Mare Nostrum, Rafael Estartús, se desprende que el exalcalde disponía -cada vez que lo pedía- de habitaciones a las que se llegaba por entradas discretas, distintas a las utilizadas por el resto de los huéspedes.

No soy un moralista, no me preocupan lo más mínimo las andanzas de la gente en su vida privada. Pero esto no es un asunto de moral privada, no se trata de la intimidad de nadie, sino de cómo se supeditan los intereses públicos al vacilón privado.

Lo realmente interesante del caso de Miami Beach es que no se juzga solo al que aceptó pagos en especie a cambio de favores, sino también a quien permitió o propuso los favores. Para acabar con las distintas formas de corrupción que asolaron este país en los últimos años, no solo hay que perseguir al funcionario o político que se deje comprar, sino también al empresario que lo compre. Sin gente que se deja corromper no hay corrupción, pero tampoco la hay sin corruptores, y en España abundan los corruptores que se van de rositas, como viene quedando de manifiesto en los casos que se han juzgado y se están juzgando estos días. Hay una cierta tolerancia social, pero también penal, con el empresario corruptor. Una tolerancia que debe acabarse?