La reciente encuesta del CIS revela las carencias que tienen aquellos que se disponen a poner en práctica la gobernabilidad de un país, puesto que ante los resultados ninguno llega al aprobado, como el actual presidente del Gobierno español y otros que se consideran los salvapatrias, no por sus actitudes e inteligencia políticas sino por el camuflaje de sus carencias en el follaje de la demagogia. Siendo, unos y otros, además, campeones en el escenario de la confusión.

El representante de Ciudadanos y el de Podemos son el colmo de la desfachatez intencionada cuando desde sus enclenques posiciones intentan convencernos de sus ideas originales traducidas en rimbombantes disposiciones que tienen para gobernar.

Concretamente el líder podemita es el peor valorado con una puntuación de 2,54 puntos sobre una puntuación posible de 10, así como el de Ciudadanos, que obtiene una calificación de 4,1 considerando la misma escala de 10 ; y el presidente actual del gobierno del PP, que apenas llega a los 3 con una puntuación de 2,87.

Vistas así las cosas y que además en las diferentes encuestas que se han elaborado por el mencionado organismo poco más o menos dan el mismo resultado, nos lleva a pensar que si los líderes que gobiernan y aquellos que tienen la pretensión de hacerlo en un futuro próximo no despegan del suspenso, lo que le espera a la política que intentan desarrollar serán resultados inciertos, empobrecidos por la ausencia de "inteligencia" adecuada para poner a punto un país que, a pesar de los fuegos artificiales con los cuales pretenden encandilar las noches oscuras, estas continúan para la inmensa mayoría (3.500.000 parados) que soporta carencias y se les imponen los mimos sacrificios, o más, por lo que el resultado de todo ello será catastrófico.

No es que se tenga que estudiar para político pero sí que esta categoría -vamos a llamarla profesional- exige no solo capacidades naturales sino una preparación intelectual en el tiempo que apuntale la personalidad de ese político y que determine que es capaz de afrontar y solucionar situaciones comprometidas. Hay que adelantarse a los acontecimientos. Ese es el mérito.

Los "sabios" de distinta naturaleza que intervienen como ayuda asesora para decidir sobre diferentes cuestiones tienen que tener la dirección cualificada de un líder consolidado para que la política no se convierta en mera gestión. La política es la teoría de la acción y como tal hay que desarrollarla.

Es muy difícil que con líderes que no dan la talla se puedan conseguir logros en los diferentes escenarios donde se mueven la política y los gobiernos, con lo cual lo que quedará serán palabras que se las lleva el viento, actitudes donde la incoherencia estará a la orden del día, y si la demagogia es la única bandera, los moldes de la certidumbre se romperán.