A las cinco de la mañana se ha levantado hoy el Bigotes en su celda de Valdemoro para acudir al Congreso, que no pisaba desde que acompañó a Rajoy a la óptica allá por 2004, y volver a sorprender a todos con su estilo monólogo "stand-up comedy" que ha seducido a los diputados.

"Hacía mucho tiempo que no venía por aquí, además se está calentito", ha arrancado Álvaro Pérez Alonso para abrir boca. Se refería a su última visita a la Cámara Baja con el actual presidente del Gobierno, que ha revelado luego, y al "fresquito" que ha pasado en un calabozo al ser trasladado desde la cárcel, aunque su relato en defensa de los presos lo ha dejado para la guinda del pastel.

El Bigotes ha sacado esta mañana tiempo para afeitarse, engominarse y ponerse una camisa blanca, y ha llegado así, escoltado por policías de paisano que han levantado los recelos de los ujieres, preparado para revivir sus días entre políticos.

Pero los tiempos han cambiado y hoy el único diputado que no le ha hecho preguntas ha sido el del PP, a quien ha reprochado, no sin sacarle la sonrisa, que ningún medio sacara un titular de sus palabras de denuncia de la comisión investigación de la caja b de su partido.

El lenguaraz Bigotes ha tenido sin embargo palabras de aliento -"no podemos seguir atizando al PP por algo que cometieron unos tipos hace 14 o 15 años"- para el partido que le daba de comer y de comprensión -"cuando pasas de ser humano a apestado, es lógico"- para los políticos que ahora dicen no conocerle.

Bigotes ya no es sinónimo de mostacho pero sí de espectáculo y hoy no se ha cortado ni para hablar del presidente del ejecutivo. A Mariano Rajoy, ha dicho, le conoció en 2004, tras las elecciones, y trabajó con él exactamente "once meses" organizando actos.

En ese tiempo le acompañó a un viaje por Sudamérica, a comprar unas gafas a su salida del Congreso -que pagó Rajoy- y le pidió que intermediara para que las empresas de Gürtel cobraran deudas del PP porque era "el que mandaba".

Pero al presidente le ha defendido a capa y espada -con él no trababa temas de dinero, eso "jamás"-, palabras bonitas que no ha tenido con su examigo y yerno de José María Aznar, Alejandro Agag: "Me entere por un programa de televisión que seguía vivo, nunca me llamó".

No es la primera vez que Álvaro Pérez Alonso declara en una sede parlamentaria. Ya lo hizo, por videoconferencia, en las Cortes Valencianas y entonces pidió permiso para ausentarse porque tenía examen de pochado de cebolla. Hoy ha seguido la historia, como buen "showman", y ha tranquilizado a los parlamentarios. Lo aprobó y ya va por el rebozado.

En esta ocasión, ha aprovechado su público para denunciar que un familiar de María Dolores de Cospedal y un amigo de Rajoy faltan en la investigación de la caja b, para pedir justicia y para corroborar la financiación ilegal del PP valenciano.

En el Congreso, al Bigotes se le ha "desparramado" especialmente "la bilis" porque "la justicia no es igual para todos" y algunos, que no ha concretado, "están sentados en el escaño tan felices".

Su cruzada ahora es conseguir que la justicia sea justa, y no ejemplar como dice el ministro "vendedor de chochonas" Rafael Catalá, para que Iñaki Urdangarin deje de pasearse tranquilamente "alrededor del lago" de Ginebra mientras él sufre en la cárcel.

Y también luchar por los derechos de los reclusos porque ni él ni nadie -incluido Oriol Junqueras- se la merecen. En su alegato final, ha proclamado que hay "miles y miles de presos abandonados" en las cárceles españolas a los que se traslada en "condiciones inhumanas, como cerdos al matadero".

Por ello, ha animado a su excompañero de compras Rajoy, al ministro del Interior y al director de la Guardia Civil a meterse en esos furgones, ya no la media hora que se tarda de Valdemoro al Congreso, sino solo diez minutos, "porque hay que ser muy hombre" para hacerlo.

Acabado el discurso-denuncia final, el Bigotes no se ha olvidado de despedir al público: "Gracias, espero que haya servido de algo lo que he dicho hoy aquí", ha dicho para proceder a estrechar la mano de los diputados uno a uno y volverse al furgón a practicar su hombría.