Si eres mujer y vives en España trabajarás una media de 1,1 horas más al día que un hombre y una gran parte del trabajo que hagas será gratis y sin regulación ni protección, pese a redundar en beneficio de toda la sociedad.

En España existe una importante diferencia entre la actividad productiva de hombres y mujeres. Y mientras ellos dedican la mayor parte de su vida activa a trabajos remunerados, ellas lo hacen cuidando niños y mayores dependientes, además de gestionar la casa, actividades no remuneradas, y que afectan a sus pensiones futuras, pero de las que se beneficia el conjunto de la sociedad.

Las mujeres son donantes netas de recursos no remunerados a otros grupos de edad a lo largo de toda su vida adulta, mientras que los hombres solo lo son entre los 30 y los 50 años, cuando participan en el cuidado de sus hijos.

Estas son algunas de las conclusiones del informe "Mujeres y hombres, consumo y producción a lo largo de la vida. Una relación desigual", elaborado por los profesores universitarios Elisenda Rentería, Rosario Scandurra, Guadalupe Souto y Concepció Patxot, para el Observatorio Social de La Caixa.

Concluyen que, pese a la dificultad de medir el bienestar económico individual y social, es "indudable" que hay que tener en cuenta, además de la renta, la producción fuera del mercado, es decir, el trabajo doméstico y el cuidado de niños y personas mayores o dependientes.

Un trabajo que, a pesar de su importancia social y económica, no se recoge en la Contabilidad Nacional, que solo incluye las actividades productivas con transacciones en mercados.

"Como consecuencia, se subestima el valor de la producción total de la economía y, en particular, el valor de la producción aportada por las mujeres, que se encargan mayoritariamente de la parte no remunerada", documenta el estudio.

Subrayan, por tanto, la necesidad de "repensar" el sistema de políticas públicas y sociales para reducir los costes de la conciliación, para lo que abogan por mejorar la "escasa" provisión pública de servicios de cuidado infantil y de cuidados a largo plazo de personas dependientes".

Una necesidad "evidente" en el caso de las mujeres cuando son madres, ya que incrementan de forma muy desigual respecto a los hombres el número de horas de trabajo totales o quedan excluidas en muchos casos de la protección que supone tener un empleo remunerado.

Porque, aunque la situación está cambiando y cada vez más mujeres acceden a trabajos remunerados, la brecha en el tiempo dedicado a tareas domésticas continúa siendo una de las mayores de Europa.

Ellos entran antes (y con sueldos más altos) y salen más tarde del mercado laboral y con pensiones más altas, mientras ellas participan desde antes y mucho más tiempo en la producción doméstica, actividades no remuneradas que afectan de forma negativa a sus pensiones.

Las desigualdades son evidentes: los hombres son responsables del 61 % de la producción de mercado y las mujeres realizan el 67 % de la producción doméstica.

Porcentajes que constatan que el aumento del acceso al mercado de trabajo de las mujeres no implica la igualdad de género en el hogar, a menos que culmine el proceso de cambio cultural acompañado de un esfuerzo para equilibrar el cuidado de la familia con políticas públicas.

Una vez alcanzada la edad de jubilación, la producción remunerada desaparece para todos, mientras que la doméstica continúa siendo mucho más alta en el caso de las mujeres.

Las españolas de entre 21 y 65 años trabajan de media 1,1 horas más al día que los hombres. Un resultado que no se repite en otros países europeos.

A los 62 años los hombres consumen más de lo que producen en el mercado, un déficit que en las mujeres comienza a los 54 años.

Pero de nuevo ocurre lo contrario con trabajo no remunerado: los hombres comienzan a presentar déficit a los 49 años, mientras que las mujeres continúan proporcionando más servicios y cuidados de los que reciben hasta más allá de los 80 años.

España ha experimentado un rápido e importante cambio hacia un modelo económico de doble ganancia, hombres y mujeres trabajan jornadas completas (la tasa de empleo de ellas aumentó del 34,5% en 1992 al 53,8% en 2013).

Sin embargo, los ingresos laborales femeninos se reducen significativamente al tener hijos por el abandono del mercado de trabajo, un hecho que conduce a la precariedad de la mujer.