José León, el hombre que durante décadas ha vivido entre Playa de la Arena y la desembocadura del barranco de Masca, asegura que el mar estaba ayer en muy malas condiciones, “todavía peor” que el pasado miércoles. Esa circunstancia y la prohibición dictada por el Ayuntamiento de Buenavista para que las embarcaciones de recreo lleguen hasta el “embarcadero” próximo han propiciado que León y su esposa lleven ya varios días aislados en la casa que poseen en el referido cauce.
José León explica que en las dos últimas jornadas no ha habido senderistas en la ruta entre Masca y la playa del mismo nombre. La medida cautelar dictada por el consistorio ha empezado a surtir efecto entre los turistas.

Desde su punto de vista, el frecuente mar de fondo de la zona se ha unido al “tiempo palmero”. Y el oleaje era muy fuerte ayer.
Reconoce que, “gracias a Dios, el tiempo aquí nos importa poco”, ya que en su vivienda disponen de agua, luz y provisiones suficientes.
Señala que ya lleva 15 días seguidos en su refugio. León valora positivamente que, por fin, se frenara el acceso al camino por el que cada año andan 100.000 personas, pues con lluvias intensas resulta muy peligroso. Califica de “locura” lo que ha presenciado muchas veces, como turistas que se aventuran a recorrer el trayecto en cholas o con faldas largas. Pero no comprende cómo turistas de alrededor de 80 años se atreven a realizar el sendero. Indica que, casi todas las semanas, el helicóptero o los bomberos deben rescatar a alguien.
En estos días, a los valores naturales habituales, el matrimonio disfruta de “un río” junto a su vivienda. León manifiesta que la masificación de turistas en el camino de Masca comenzó hace aproximadamente 20 años, aunque al principio eran muy pocos si se compara con los que actualmente deciden vivir esa experiencia.
A José León no le resulta difícil comunicarse con muchos turistas porque habla inglés. A mediados del siglo pasado, su familia exportaba tomates al Reino Unido, Alemania y Holanda. Y su padre creyó oportuno que él aprendiera el idioma de los británicos para llevar las gestiones comerciales. Por ese motivo, en 1960 viajó hasta Oxford, donde permaneció tres años.
A comienzos de los años 70, León, junto a otros dos amigos, amantes del mar y del submarinismo, decidieron comprar unas casetas situadas en la desembocadura del barranco de Masca y reformarlas. Esas edificaciones y el suelo habían sido de la multinacional hortofrutícola Fyffes. Y hace más de cuatro décadas, según León, pertenecían al que fue alcalde pedáneo de Masca, José Pérez, a quien le compraron las pequeñas edificaciones y las ampliaron. Reconoce que ahora tiene “un tesoro” y que disfruta de ese paraje más que sus amigos.