En 20 días inician su última gira tinerfeña. Esta vez sí. Ya no hay vuelta atrás: Tricicle abandona los escenarios. La decisión es firme y llega meses antes de cumplir cuatro décadas de ocurrencias que fueron moldeadas en "silencio" por Carles Sanz, Joan Grácia y Paco Mir. "Esta es la verdadera. En la anterior hablábamos de Bits como el último espectáculo de creación y la gente se quedó con el concepto de final de ciclo. Estamos siguiendo nuestros planes. A partir de aquí ya veremos si somos fieles a lo que anunciamos como la última oportunidad para ver a Tricicle", asegura Mir sobre el espectáculo de recopilación que se instalará en el Auditorio de Tenerife el 20 y 21 de marzo. "Hits" es el resultado de 11 proyectos que nacieron en 1982 con "Manicomic". Luego, maduraron propuestas inolvidables como "Slastic" (1986), "Terrrific" (1992) o "Garrick" (2007).

¿Existe un sentimiento de despedida?

A día de hoy no. Ya llevamos cuatro años despidiéndonos y, por lo tanto, hay que ver las cosas desde otra perspectiva. Si existiera esa sensación sería algo deprimente porque cada semana nos tenemos que subir a un escenario a levantar "Hits". En ese sentido, no hemos planificado un final "chimpún" o redondo.

¿Acumular cuatro décadas de creación artística a este nivel no ha debido ser sencillo?

Todos los trabajos son complicados, simplemente, necesitas que te acompañen los hados y que el público responda. Lo que sí es verdad es que ahí fuera siempre ha habido artistas de mucho talento que no han podido triunfar. Tricicle ha sido como una gran bola de nieve que se ha ido agrandando a medida que fuimos avanzando cuesta abajo. A lo largo de estos 40 años siempre tuvimos al público a favor. A partir de ahí fuimos captando a abuelos, padres e hijos... Nos sentimos muy orgullosos por haber implicado a tantas generaciones: el target de Tricicle ha crecido en las familias, no murió con nosotros.

¿Ese legado generacional es su mejor tesoro?

La satisfacción de escuchar "los vi hace 30 años y estos son mis nietos" nos da una perspectiva de profundidad, por lo menos, interesante. Una de las cosas más gratificantes de esta vida es poder reírte con tus hijos de lo mismo: una familia que ríe unida tiene muchas posibilidades de seguir unida durante mucho tiempo.

¿Es complicado crear para todos los públicos?

Nuestro humor es universal. Quizás, no todo el mundo puede pillarlo todo, los niños seguro que no, pero la intención siempre fue llegar a un público mayoritario. A veces montamos espectáculos que son exclusivos para menores y es ahí cuando nos damos cuenta de que no ríen tantas veces como los adultos, pero en nuestros espectáculos hay tantas oportunidades para desencadenar un instante de risas que al final la balanza cae estrepitosamente hacia el lado más divertido.

¿Cómo han gestionado todo ese componente innovador que, por ejemplo, estaba en "Exit" (1984) para llegar con vida hasta aquí?

Siempre hemos estado a caballo entre satisfacer las necesidades que nos reclamaba el público que sigue a Tricicle desde sus orígenes y el lógico espíritu renovador que tiene que existir en un proyecto de largo recorrido. Hemos intentado ser fiel a nuestra audiencia sin repetirnos para no aburrirla. Las ganas de contar las cosas que sabíamos hacer de distintas formas han estado muy presentes en cada una de las propuestas que mostramos.

¿Qué importancia le concede a ese constante reciclaje escénico?

Ese grado de curiosidad del que dimos algunas pistas en la respuesta anterior ha sido el motor de Tricicle, tanto en los temas como en las formas.

¿Ha cambiado mucho el humor gestual que se hace hoy en referencia al que Tricicle empezó a mostrar en plena Transición?

Más que cambios, yo hablaría de un proceso de democratización. Cuando empezamos el lenguaje gestual estaba muy codificado y su máximo exponente era Marcel Marseau, pero eso tenía una parte buena y otra mala. La positiva fue que era un genio estupendísimo y la negativa fue que los otros no eran tan bueno como él. Manejarse en esos extremos creó un odio hacia el mimo que duró mucho tiempo. Algunos tardaban tanto tiempo en contar una cosa que resultaban tremendamente aburridos. Sin perder de vista las influencias del mimo clásico, Tricicle decidió apostar por un lenguaje un poquito más naturista o de calle. Nunca hemos usado un código secreto que pusiera una barrera entre nosotros y la gente que vino al teatro a ver qué es lo que hacíamos. Solo cuando cambiamos de país alteramos algún que otro gesto para no complicarle la vida al espectador, pero eso es "peccata minuta".

¿Les ha faltado hacer realidad algún sueño artístico?

La verdad es que lo hemos hecho casi todo (silencio)... A lo mejor, como compañía nos faltó montar una ópera. Igual sí que echamos de menos haber podido afrontar un proyecto más potente. Para lo bueno y lo malo, nos han tratado como un caso aparte del resto... Desde el principio vieron a Tricicle como algo que tenía una identidad propia que, a lo mejor, fue lo que evitó que nos dieran mayores responsabilidades escénicas.

¿Estar tan "anudados" a este proyecto fue un obstáculo a la hora de abrirse camino en solitario?

La libertad para hacer cosas al margen de Tricicle nunca fue un problema, pero es verdad que en este país existe la tendencia de colocarte una etiqueta que ya te va a acompañar durante años. Muchos pueden pensar que nosotros contábamos con una parte del pastel y la otra se la reparten los demás. Nuestras inquietudes artísticas nos llevan a otros lugares: el riesgo de ser endogámicos ya es alto.