Durante muchos años la literatura escribió el futuro del hombre, los escritores plasmaban en sus libros el futuro y los espectadores, al leerlos, se imaginaban en una época venidera con sus adelantos, mejoras y también con sus problemas y errores. Julio Verne fue, probablemente, el paradigma de escritor visionario y, entre otras, cosas mandó al hombre a la luna; otros escritores "inventaron" máquinas del tiempo, máquinas voladoras, primitivos teléfonos y, así, todo aquello que se les ocurriera, incluidos nuevos modos de sociedad, dictadores universales o guerras que aniquilarían todo aquello que conocemos. La imaginación nos llevaba a tiempos que parecían muy lejanos.

Méliès tomó el relevo y copió a sus maestros escritores enviando al hombre a la luna; y el cine, como el arte nuevo que era, empezó a recorrer los caminos que la literatura ya había transitado durante siglos. Pero hacer cine es bastante más caro que imaginar y escribir, así que el cine nos mostraba adelantos, pero a años luz de hasta donde la imaginación y un buen texto nos podían llevar. En las películas podíamos ver microchips, primitivas naves espaciales o teléfonos inalámbricos escondidos en zapatos, pero eran tímidos intentos; la literatura siguió liderando la carrera para narrar el futuro. Muchos años después, una conjunción de fuerzas consiguió que el cine empezase a liderar esa particular competición; en auxilio de las películas, como un ejército salvador, llegaron los ordenadores y, ahí sí, el cine y la informática -junto con la imaginación de los guionistas y directores- hicieron del séptimo arte el nuevo "Julio Verne". Las películas empezaron no solo a contar, sino a mostrar cómo sería el futuro; los teléfonos de las películas valían para casi todo, veíamos Marte, viajes al espacio exterior; "Minority report" nos mostraba el año 2054 y allí Tom Cruise movía objetos en las pantallas de los ordenadores y se intercambiaba las retinas para evitar el reconocimiento ocular y tener otra identidad, consiguiendo nuestro pasmo y sorpresa. El cine se divertía y nos divertía, pero los tiempos han cambiado. Los actuales niños de cuatro y cinco años lo que ahora ven raro es no poder mover las fotos de las revistas de papel y mi teléfono me deja entrar en la app de mi banco reconociendo mi rostro. Tom Cruise y su "Minority report" nos parecen de la Edad Media, pero se trata de una película del? 2002, hace solo dieciséis años. El futuro avanza cada vez más rápido y el cine nos muestra más y mejor cómo será este; pero cada vez por menos tiempo, le ha salido un nuevo competidor y ya no es la literatura, es la vida real.

El futuro que imaginaba el cine con coches sin conductor, cielos llenos de drones y teléfonos conectados al mundo ya no es futuro, sino presente, y eso es positivo. Pero el cine también hacía películas sobre guerras para conquistar el mundo, sobre la contaminación de la Tierra o sobre oscuras corporaciones que, controladas por un grupo supersecreto de personas con mucho poder, trazan un plan para dominar a los humanos; examinando un poco el presente, vemos que la línea que lo separa de ese futuro es difusa. Cuando hace unos meses prohibieron aparcar a la mayoría de coches en Madrid e incluso un día circular a los vehículos con matrícula impar por contaminación, me pareció estar en una película catastrofista de los años 90 pero, por desgracia, era real. Cuando leo sobre los alimentos ultraprocesados y sobre cómo están hechos o cómo unas pocas compañías controlan a nivel mundial lo que comemos (todo de poca calidad, por desgracia) pienso en los malos de las películas que, en una oscura habitación, se reúnen para ganar más dinero y controlar a la humanidad; o cuando oigo en los telediarios a nuestros políticos hablar de cómo hay que recortar el estado de bienestar por culpa de los "mercados", pienso en los malos de James Bond, igual de anónimos que estos, pero con el mismo interés: dominar el mundo.

Me da miedo, sobre todo, que la distancia es cada vez menor entre la imaginación de los guionistas y el mundo real. Cuando la ficción crea la serie "House of Cards" y vemos a un pérfido personaje alcanzar la presidencia de la Casa Blanca o, lo que es lo mismo, el poder en el mundo, la realidad solo espera a la quinta temporada para contraatacar (contraprogramar en terminología del medio) con Donald Trump. Con el presidente de Rusia los guionistas no tuvieron que crear a un personaje que lleva años en el poder jugando con las leyes del país y que encarcela a los opositores; ahí el mundo real llegó antes y creó a Putin. El cine y la literatura fantaseaban en los años de la Guerra Fría sobre cómo los espías jugaban a dominar y cambiar gobiernos, pero las noticias actuales nos informan de que la Unión Europea está preocupada acerca de la influencia de los "hackers" rusos en las elecciones de los avanzados y democráticos países miembros del club europeo. También los ingenuos guionistas hablaban de la división de la Unión Europea y el mundo real se divierte creando un "brexit" mucho mejor de lo que ningún guionista pensó. El mundo está cambiando muy rápido; La Fórmula 1 se vanagloriaba de ser el futuro de los coches, pero el mundo real aparece con un coche eléctrico que no hace ruido, cuyo salpicadero parece salido de una película de Hollywood y su creador, para demostrar que el futuro es él y no la Fórmula 1, coloca el coche en el espacio lejos de los ruidosos, contaminantes y convencionales coches Fórmula 1.

El cine, como la literatura, nos ha mostrado ese futuro al que el mundo real cada vez llega antes; lo que ocurre es que las películas y la literatura son juegos de salón, uno sale del cine o acaba un libro y puede estar influenciado por lo que ha leído, pero nada más. Los malos de James Bond que quieren manejar el mundo, las guerras por controlar una región o las confabulaciones para hacerse con las materias primas de la Tierra son ficción. El problema es que cuando ponemos el telediario todo es real y, poco a poco, los telediarios y las películas de ciencia ficción se van pareciendo entre sí. En el cine suelen ganar los buenos, en la vida real esto no es siempre así.