Se anunciaba el infierno en París, pero sólo lo hubo en las gradas, en el humo de las bengalas de una afición del París Saint-Germain que creyó inflamar a su equipo con fuego, pero que se vio apagado por un templado Real Madrid, que antepuso calma al asalto que le anunciaban (1-2) para poner rumbo a cuartos de la Liga de Campeones.

Tras el 3-1 de la ida, un gol de Cristiano Ronaldo en el minuto 51 y otro de Casemiro en el 80 dieron a los blancos la victoria en la vuelta de los octavos contra un PSG en el que marcó el uruguayo Edinson Cavani y al que el italiano Marco Verratti dejó con uno menos para la última media hora.

El equipo del técnico francés Zinedine Zidane infligió al PSG la primera derrota de la temporada en el Parque de los Príncipes, la primera desde que Unai Emery llegó al banquillo francés. Acabó con un proyecto que se había proclamado favorito a base de millones nunca vistos y dejó al técnico español, que seguirá sin conocer los cuartos de final de la Liga de Campeones, al borde de la destitución.

El Real Madrid apagó el incendio en el primer tiempo, sin mucho esfuerzo, porque el PSG no se contagió en ningún momento de la fiebre de la grada. Y en el inicio del segundo, cuando más empujaban los franceses, mató la eliminatoria con el rutinario gol de Cristiano Ronaldo -doce en ocho partidos-, goleador en nueve encuentros consecutivos.

Fue la culminación de una genialidad de Marco Asensio, la apuesta de Zizou ante las bajas del alemán Toni Kroos y el croata Luca Modric en el centro del campo, preferido en esta ocasión a Isco Alarcón, el elegido en la ida.

Su pase fue medio gol y la otra mitad la pusieron entre Lucas Vázquez y la cabeza del portugués, que no termina su luna de miel con Europa.

Todo lo contrario que el PSG, que volvió a naufragar en la competición continental. Sin su estrella Neymar, pero sin dar en momento alguno sensación de que podía remontar el 3-1 encajado en la ida.

El PSG echó mucho de menos al brasileño. Ninguna de las otras estrellas pusieron picante a su ataque. Todo el mordiente estuvo en la grada, la única que parecía creer. El club había llamado a la guerra, pero el campo de batalla no estuvo en el césped.

El argentino Ángel di María no inquietó, Kylian Mbappé demostró que le falta todavía mucho y Cavani estuvo perdido entre la defensa madrileña.

El centro del campo fue del Real Madrid y sólo algunos errores del brasileño Marcelo dieron alguna esperanza al PSG.

Pero fue muy poco, casi nada ante un partido serio del Real Madrid, bien plantado en el campo, con el croata Mateo Kovacic y el brasileño Casemiro reinando en el centro del campo, esperando con calma a que llegara el momento de Ronaldo.

Avisó Sergio Ramos en el 18 con un cabezazo que sacó el meta Alphonse Areola en la línea de gol, y en el 38 de nuevo le sacó un mano a mano al francés Karim Benzema tras un error del brasileño Marquinhos.

Pero fue en el 51 cuando llegó la hora de Ronaldo. Un gol que desquició al PSG. Verratti protestó demasiado al colegiado alemán Felix Brych y vio la segunda amarilla, la que finiquitaba el proyecto del PSG y dejaba expedito el camino de los blancos a los cuartos, en la línea hacia su tercer título consecutivo, el único que se antoja a tiro en esta temporada.

El PSG quedaba a merced de los franceses, pero faltaba el ataque de orgullo parisiense, el único del partido, que llegó en una jugada embarullada en el área pequeña que Cavani acabó metiendo. Fue su séptimo gol en la Liga de Campeones esta temporada.

Pero el equipo francés estaba roto, expuesto a los golpes del Real Madrid, que los tuvo en botas de Benzema, fallón de nuevo, y de Ronaldo otra, hasta que llegó el segundo en una tromba madridista, contraste con la pasividad parisiense. Casemiro remachó el partido y Lucas Vázquez pudo ampliar la ventaja si su disparo no se hubiera estrellado en el palo.

Emery entregó la resistencia cuando retiró a Mbappé por Lass Diarra a falta de 6 minutos para el final.

El Real Madrid acabó con parsimonia con un proyecto prometedor y puso rumbo a su competición favorita. El infierno no ardió y los cuartos sabrán a gloria en el Bernabeu.

- Ficha técnica:

1 - París Saint-Germain: Areola; Dani Alves, Thiago Silva, Marquinhos, Berchiche; Verratti, Thiago Motta (Pastore, m.59), Rabiot; Mbappé (Lass Diarra, m.85), Cavani y Di María (Drexler, m.76)

2 - Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Varane, Ramos, Marcelo; Lucas Vázquez, Casemiro, Kovacic (Kroos, m.71), Asensio (Isco, m.82); Benzema (Bale, m.76) y Cristiano Ronaldo

Goles: 0-1, m.51: Cristiano Ronaldo; 1-1, m.71: Cavani; 1-2, m.80: Casemiro.

Árbitro: Felix Brych (ALE). Expulsó a Verratti en el m.66 por doble amarilla y amonestó a Cavani, Kovacic y Ramos.

Incidencias: Encuentro de vuelta de octavos de final de la Liga de Campeones disputado en el Parque de los Príncipes de París ante unos 50.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el italiano Davide Astori.

El fracaso del proyecto catarí

Luis Miguel Pascual, Cuanto más grande es la apuesta, más dura es la caída. El París Saint-Germain había puesto toda la carne en el asador para ganar la Liga de Campeones, pero tropezó contra el campeón, un fracaso demoledor para el club que más dinero invirtió en el mercado de fichajes.

Los más de 400 millones que pusieron patas arriba el fútbol no fueron capaces de mover las jerarquías establecidas desde hace años. El PSG volvió a estrellarse contra Europa, el mismo muro que le ha puesto los pies en el suelo desde que Catar apostó por club francés.

Tras tanta inversión, en la vuelta contra el Madrid apeló a al épica, a los hinchas más radicales que llenaron de bengalas las gradas, símbolo de la impotencia del sector deportivo.

Por segundo año consecutivo, la ambición del PSG naufragó en octavos de final y, de nuevo, contra un rival español. Si el año pasado fue la remontada del Barcelona la que le privó de la Liga de Campeones, en esta ocasión fue el Madrid, que le dio un baño de realidad.

No le sirve al PSG dominar su liga, aplastar a sus rivales nacionales. No le sirve con fichar a jugadores de talla internacional o de proyección futura. Todo eso fracasa cuando no se testa contra rivales de nivel y en Francia no los encuentra.

Cada vez que el PSG se mide a un rival de talla internacional, se le notan las costuras, la falta de costumbre, de hábito de la alta competición.

Lo advirtió Laurent Blanc hace dos temporadas tras caer derrotado por el Barcelona, "la experiencia no se compra, se adquiere con los años".

Una afirmación que le costó el puesto, porque el presidente, Nasser Al Khelaifi, estaba convencido de que con su talonario podía comprar la gloria.

Con el español Unai Emery en el banquillo pensaba adquirir la mentalidad ganadora que le faltaba a Blanc, pero la remontada del Camp Nou le demostró que necesitaba algo más para conquistar Europa.

Por eso arrebató a Neymar al Barcelona por la astronómica cifra de 222 millones de euros y atajó al Madrid por la compra de Mbappé a cambio de 180 millones más.

Poco más podía hacer desde los despachos y con su talonario. Poco más que constatar que esas recetas no funcionan en el fútbol.

La primera señal de alarma apareció contra el Bayern de Múnich en Alemania en la vuelta de la fase de grupos, donde cosechó una derrota clara. Se despertaron los fantasmas de que el proyecto no estaba rodado ante los grandes.

Una constatación que se confirmó en la eliminatoria frente al Madrid. El PSG tembló desde los cimientos del Parque de los Príncipes, exageró sus reacciones y caricaturizó su actuación.

La lesión de Neymar puso nervioso a cada estamento del club, que multiplicó las actuaciones poco profesionales, enfrascado en una puja de mentiras con la Confederación Brasileña de Fútbol.

Huérfano, incapaz de organizar una respuesta adecuada, acabó desdibujado en la eliminatoria, muy lejos del equipo que muchos situaban como un candidato al título.

La campaña que lanzó para calentar la vuelta contra el Madrid no logró trasladarse al campo. Apareció como el último cartucho de un proyecto que ya no sabía a qué dios fiar su suerte.

Jugó con fuego y obtuvo fuego. Bengalas en las gradas mientras el Madrid se paseaba en el césped. El club naufragaba y emergía la cara más fea del fútbol.