Ya en el siglo XIX, con el establecimiento de la Junta de Canarias en La Laguna, surgen problemas de competencias iniciados desde Gran Canaria a través de su Cabildo. La vida política en el Archipiélago se caracterizó, desde entonces, por una serie de conflictos políticos-administrativos origen de los enfrentamientos-provocaciones (hoy en día de plena actualidad), entre Tenerife y Gran Canaria. Los problemas, graves problemas, que afectaban a las demás islas quedaron diluidos en los intereses caciquiles que permanecen todavía camuflados en movimientos "neos", pero nunca rompiendo con la cadena del poder que se extiende a los ámbitos rural y urbano. Nicolás Estévanez, quien nació en Las Palmas de Gran Canaria pero pasó la mayor parte de su vida residiendo en una vivienda situada un poco antes de la curva de Gracia, La Laguna, fue, además de político republicano destacado y, por tanto, exiliado, un reconocido periodista y poeta regionalista, no insularista, autor, entre otros poemas, de "Canarias", donde describe el sosiego de los primitivos canarios y la crueldad de los conquistadores en el encantador: "Mi patria no es el mundo/?es de un almendro/la dulce, fresca, inolvidable sombra". Es probable que, dada su preparación intelectual y política, vislumbrara el incierto futuro de sus queridas islas, protagonistas de interminables luchas por la capitalidad para Gran Canaria, apuntaladas en las maquinaciones estratégicas del ilustre Fernando León y Castillo con vistas a la división provincial. Formuló Estévanez, entonces, una propuesta federal donde se contemplaban dos cantones: las Canarias Orientales y las Occidentales. La efímera vida de la I República y el control caciquil sobre la población analfabeta terminaron con la idea. Estévanez no percibió que, en el siglo XXI, un alcalde de Agüimes (con presuntas irregularidades), radicalmente insularista, se convertiría en presidente del Cabildo grancanario y, utilizando la Institución insular, azuzase el dichoso pleito insular emulando, atrevidamente, a León y Castillo. Para ello cuenta, especialmente, con Román Rodríguez, expresidente del Gobierno canario y en la actualidad su jefe desde Nueva Canarias, organización política que, en teoría, podría unirse a Coalición Canaria con un Fernando Clavijo al frente, quien ha manifestado que "el Gobierno cree en una Canarias solidaria sin buscar excusas para tapar las ausencias de gestión intentando enfrentar a los canarios". Vanas palabras.

Antonio Morales está convencido (y quiere convencer a indocumentados) de que la Junta existe aún en La Laguna y de que esta ha barrido para casa con una mochila de 321 millones. Pero no había contado con que en el Ejecutivo canario trabaje una persona que actúa pensando en la comunidad. Rosa Dávila, consejera de Hacienda, negocia con Cristóbal Montoro sobre asuntos canarios y no pasea por Las Canteras de la mano del insularismo de Manuel Hermoso, Paulino Rivero o Adán Martín Menis. La consejera ha actuado siempre con un exquisito y difícil equilibrio económico. Y así, ha desmontado las afirmaciones del presidente del Cabildo grancanario con datos de la Intervención General de la Comunidad Autónoma que se refieren al período 2001 a 2016, reflejando la diferencia de 84 millones a favor de Gran Canaria y no de 321 que Morales quiere endosar a Tenerife. Estas cifras están también en poder del Parlamento de Canarias. Además, en el bagaje actual de la señora Dávila hay que añadir su reunión con el alegre ministro Montoro, al que ha comprometido con la garantía de que el descuento de residentes en el REF esté fuera de toda interpretación y que habrá nuevo convenio de carreteras "haya o no" presupuestos generales del Estado. Por cierto, el Tribunal Supremo obliga al Estado a pagar a Canarias 700 millones por incumplir el convenio de carreteras desde 2013. Una irrefutable prueba del insulto y el pisoteo secular del Gobierno central hacia Canarias.

Es difícil comprender cómo un político con responsabilidades como las que debe gestionar Antonio Morales se dedique a destapar guerras que desde aquí se soslayan. El exalcalde de Agüimes olvida que, siendo Román Rodríguez presidente del Gobierno, se construyó en Las Palmas de Gran Canaria el formidable Hospital Universitario Doctor Negrín, con varias plantas cerradas dadas sus espectaculares dimensiones, sin olvidar las inversiones allí en carreteras con diseño europeo. Mientras, en Tenerife los dos "grandes" centros sanitarios siguen en obras desde el mismo momento de sus inauguraciones. De los del Sur y Norte, mejor no hablar. Y del viario, menos. Es conveniente recordarle las transformaciones en la carretera de La Aldea, absolutamente necesarias, sin que haya escuchado ninguna voz en contra desde este "cantón" de Estévanez. Ni de los millones invertidos en La Palma o en el túnel de La Frontera, obra esta última imprescindible para los pocos habitantes bimbaches del valle de El Golfo. Su "cantón", sin embargo, ha sido engullido por su pertinaz insularismo (que le hace pupa a Nueva Canarias), y por las contundentes cifras oficiales. Un poco de reflexión no vendría mal.