El detective Hércules Poirot entra lentamente en el salón de sesiones del Parlamento de Canarias. Sus ojos vivaces recorren la hilera donde se sientan los diputados socialistas.

"Estoy aquí para descubrir quién ha traicionado a su partido. Quién ha votado en contra de la disciplina del grupo alterando conscientemente su papeleta secreta. Y quiero que sepan que mi aguda mente va a desvelar el misterio sin ningún tipo de dudas".

Un escalofrío de intranquilidad recorre la bancada de los diputados, que se miraban con inquietud unos a otros.

"Como en todo crimen, hay que plantearse dos cosas: quién tenía un motivo y quién tuvo la oportunidad. Pero aquí nos enfrentamos a un problema... Casi todos ustedes tienen un motivo. Les hemos sometido a una primera prueba. Conectados a un polígrafo les hemos enseñado una foto de Ángel Víctor Torres, su secretario general. Lamento decirles que todos han registrado una oscilación emocional intensa que nos permite deducir que albergan sentimientos muy poderosos de rechazo".

Poirot se detiene delante del escaño de Patricia Hernández, que le aguanta la mirada imperturbable. "Usted... Usted era la principal sospechosa. Pero mi excepcional inteligencia la ha descartado porque el que marcó la papeleta hizo dos marcas y es sabido que usted no marca ni una".

Los diputados se rebullen incómodos en sus asientos mientras el detective sigue imperturbable.

"Usted, Carolina Darias, también estaba en mi punto de mira. Pero he deducido que si usted hubiese marcado la papeleta no la hubiese dibujado en verde y rojo, sino en verde y rosa. Es un pequeño detalle que solo una mente como la mía es capaz de descubrir. Así que, ¿qué nos queda? Nos queda usted, Gustavo Matos, porque camino de la urna usted llevó sospechosamente la mano izquierda a su bolsillo, donde podría haber tenido guardada otra papeleta. Pero he registrado su bolsillo y he descubierto que en realidad lleva usted un portarretrato con su propia fotografía de la primera comunión vestido de marinerito. Y usted, Héctor Gómez, con esa cara de inocente, también tuvo la oportunidad, pero en la papeleta no aparece ningún poema de amor a Pedro Sánchez... luego no es suya. No. La verdad es mucho más complicada. ¡Usted!".

Hércules Poirot señala enérgicamente a Manuel Marcos, que le mira con los ojos como platos.

"Usted fue el que cambió el voto. Pero porque usted no es usted".

Ante la sorpresa de todos, Manuel Marcos se abre por la mitad para dejar salir a un tipo extremadamente flaco que sale corriendo del salón de plenos en calzoncillos, mientras el cuerpo de Manolo Marcos, que estaba dentro de Manolo Marcos, cae al suelo amordazado y atado. Poirot, sonriente, sale del salón de plenos. Ya en el pasillo, se quita una máscara tras la que aparece Barragán, que suspira hondamente. "Lo que no haga yo por Canarias", musita. Y se va.