Tenor antes que gestor cultural, Jorge Perdigón (S/C de La Palma, 1962) resulta, en clave dueto, una persona discreta, de natural afable, que frasea con mesura y responde mirando a los ojos.

Asegura que no le ha pesado haber sido nombrado a dedo, en lugar de ocupar el cargo de director el Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) mediante un concurso que finalmente se declaró desierto. "En ningún momento, porque la necesidad era esa. No había tiempo, tenía que llegar alguien, ya fuera alemán, japonés o norteamericano".

Fue sí como tomó posesión del cargo, el 27 de noviembre, para gestionar un festival que comenzaba el 11 de enero "algo complicado y angustioso", sostiene. "Estaré hasta el 24 de mayo de 2019. Y entiendo que hubiera dudas".

¿Cuáles son las sensaciones una vez acabó el último compás?

En ese momento no se termina. Veníamos de un año complicado y el primer impulso fue conocer las cifras, los datos de ocupación, cómo había quedado el presupuesto... Eso sí, termina la problemática de la logística, asuntos que estresan pero, a compás seguido, llega la programación para 2019, para 2020 y una serie de propuestas maravillosas para 2021. Ahí ya no estaré... Es una cascada.

¿Cómo se armoniza un festival?

Para conseguir armonizar un buen festival se debe trabajar con mucho tiempo de antelación. La nota final representa quitarte un peso de encima que te da la posibilidad de aplicarte en lo que viene. De cara al público, cuando finaliza el festival se tiene la sensación de que ahora llegan ocho o nueve meses hasta la siguiente edición, pero me he planteado sacar la nueva programación del 2019 a mediados de mayo, lo que quiere decir que hasta entonces disponemos de margen para encontrar patrocinadores, con un diseño novedoso que quiero aportar con una parte educativa, música contemporánea... Ya ha empezado la cuenta atrás, que por otro parte es un factor que me ilusiona y estimula.

¿Le queda la impresión de que más que un director artístico asume el rol de un gestor político-económico?

Asumo que tengo que desarrollar una actividad política, de la que por otra parte no soy profesional. Debo convencer, y resulta lógico, a las personas que deciden cuál es la dirección que toma el festival; desarrollar una labor promocional, de la que tampoco soy experto... La gestión del director en este festival puede considerarse global. No disponemos de un equipo de trabajo amplio y todos nos debemos dedicar a todo. Pero es una fórmula que me gusta porque es la manera en la que siempre he trabajado. No me agrada el papel de director investido con la condición de jefe, sino el de una pieza que abarque todos los perfiles, aunque sea duro.

Se precisa, y con urgencia, el apoyo de patrocinadores privados si no se quiere entonar un desdichado réquiem, ¿no?

Sin duda. Fue una de las primeras cuestiones que le planteé al consejero cuando estábamos hablando de si me hacía o no cargo del festival. Más de la mitad de mi existencia la he vivido en Alemania, donde estudié, y allí aprendí que la financiación perfecta es la de un 50% de fondos públicos y un 50% de privados. Ese equilibrio rara vez se puede conseguir, pero sí aspirar a una ecuación de un 60% público y 40% privado. Y ese fue el reto que le planteé al consejero, por supuesto contando con la aportación del Gobierno de Canarias.

¿Cree que un producto cultural como el FIMC resulta atractivo para las empresas?

Hay muchas fundaciones dispuestas a invertir, dependiendo del producto que se ofrezca, claro está. Por tanto, debemos generar una expectativa interesante para el próximo festival y así captar inversiones privadas. Y tenemos suerte, porque tras haberlo comentado en los medios de comunicación ya hemos recibido la llamada de cuatro grandes empresas interesándose por participar en la próxima edición. Ahora tenemos que ponernos a trabajar. Según mis cálculos, y siendo realista, un 25% de los ingresos puede venir de la venta de entradas más los abonos, y otro 10 o 15% por la vía de los patrocinios.

¿Se plantea cambiar la fecha de celebración?

No, no, no... A mí me parece que el actual calendario, en los meses de enero y febrero, resulta muy original. Y entiendo que está encajado entre Navidad y Carnaval, con el que este año coincidió, pero en las próximas ediciones no va a ser así. Y tendremos que compensar los gastos que hace el público en la fiesta navideña reduciendo el precio de las entradas. No sé en qué porcentaje, pero las localidades serán sensiblemente más económicas. En principio, para 2019 vamos a contar con una programación más amplia y viendo cómo se han comportado las cifras de ocupación de este año, esa reducción de precios no representaría ningún riesgo. Entiendo que en esta última edición, por el problema que se generó con la anterior, cundió un poco el pánico, lo que es lógico y normal, de forma que establecimos unos precios con el fin de alcanzar resultados aceptables. Hemos visto que la respuesta del público ha sido muy positiva, teniendo en cuenta el escenario de incertidumbre, volviendo a cifras similares a las de los años 2014 o 2015. Tirando de historial, considero que caminar en esa dirección nos puede permitir reducir los costes de entradas.

Las cinco propuestas de este año supieron a poco... ¿Hasta dónde llega el programa de 2019?

Mi visión del festival se aleja de las programaciones con grandes orquestas. Es posible, y va a ocurrir, que disfrutemos de una orquesta canaria con un brillante solista y un gran maestro, pero eso debe ser algo puntual. En mi opinión, lo que el festival debe ofrecer a la ciudadanía es lo inhabitual y en una programación de cinco semanas se puede contar con diferentes propuestas nada al uso. En esa línea vamos a ir. Este año hubo cinco audiciones programadas en las islas capitalinas y queremos llegar a las nueve, además de recuperar la música de cámara. También nos planteamos rescatar salas como el Guimerá o el Pérez Galdós, de manera que no todo se desarrolle en los grandes auditorios. La dirección del festival no considera que lo principal, aún siendo importante, sea la recaudación, sino que las propuestas se acomoden a esos espacios inmejorables que existen en las islas. Creo más en una propuesta musical con una maravillosa acústica, que llevarla a un Auditorio y someterla al cálculo de la rentabilidad. Eso sí, siempre al compás del presupuesto.

¿Qué le agradó especialmente de esta edición?

Más que las propuestas musicales en sí, me sorprendió mucho la Filarmónica de Viena y muy gratamente Vasks y su Concierto para violín Distant Light, como creo que a la mayoría del público. Fue un concierto que seguí desde Fuerteventura hasta La Palma y ciertamente resultó muy emocionante comprobar cómo este compositor contemporáneo se había convertido en el éxito de esta temporada.

¿Se ha planteado incorporar la danza a la programación?

Sí. Hay composiciones maravillosas y es una de las ideas que tengo, pero no creo que pueda cristalizar para el 2019 y, en todo caso, serían algo así como pinceladas. Pero creo que la filosofía del festival va por ahí: una obra con textos, una ópera que no se haya estrenado en Canarias o una producción que nos lleve desde 1444 a 1888, como la que estoy trabajando para el próximo año... Son esas curiosidades que al público, tanto de aquí como de fuera, les podrían interesar.

El festival se ha convertido en un tema recurrente del debate político. ¿A cuántos servidores de lo público vio en los auditorios?

Iban en ocasiones puntuales. Creo que el alejamiento del público hacia el festival viene dado más por parte del propio festival, no tanto de la ciudadanía, que siempre ha estado en el mismo sitio. Y no hablo del año anterior, sino de un comportamiento progresivo. Me da la impresión de que la ilusión del público se ha ido perdiendo, a costa quizá del presupuesto. Y en esta edición he percibido el calor de ese público, que me ha marcado, y que considero representa una garantía de continuidad. Y no se trata de ofrecerlo sólo aquello que desea, sino mostrarle otras cosas. El público es necesario, sobre todo cuando se manejan presupuestos tan cortos, y llegaremos a un acuerdo con él.

¿Hay que incrementar la partida presupuestaria?

Debemos intentar aumentar la participación del sector privado, que hasta ahora se ha mantenido distante, acaso a consecuencia de ese desencanto del que hablaba. Si una empresa invierte para promocionarse lo hará, lógicamente, en una marca asociada al éxito. Pero el incremento lo traduzco no solo en el plano económico, sino también en la sensación de cariño. Si se activa al sector privado, las instituciones públicas lo percibirán y se plantearán apoyar más. Pero, insisto, el trabajo le corresponde a la organización del festival.

¿Intercambió impresiones con Pablo Heras-Casado, conductor de orquesta que asume la dirección del Festival de Granada?

Hablamos de citas diferentes. Su presupuesto es muy interesante y está arropado por una masa de público de origen mundial, no olvidemos que este festival se celebra en Andalucía y en la época de verano, además de contar con un marco incomparable y una estructura de trabajo que ya quisiera para mí, eso sin desmerecer al enorme equipo de Canarias , y que le permite ser el director, aunque por sus compromisos solo esté físicamente en Granada dos o tres meses al año.

Una herramienta de turismo cultural.

Debemos entender que ese el turismo que está "in crescendo". De ahí mi propósito de presentar la programación en el mes de mayo, para que los touroperadores perfilen los paquetes. Quizás en enero y febrero no se necesite tanto el flujo turístico, pero se trata de una cuestión de prestigio, del cambio del que tanto se habla tanto de pasar de un turismo de sol y playa a otro segmento con mayor poder adquisitivo. Al turista cultural no le importa invertir porque busca arquitectura, música, manifestaciones artísticas... Es un público que se puede complementar muy bien con este festival y creo que no estamos sabiendo aprovechar el impulso que ese perfil de público le puede dar.

¿Le ha pedido algo al consejero?

Pido mucho. Pero entiendo y asimilo que mi tarea era la de sacar este festival adelante, dignamente, evitando problemas ajenos y generando una cierta relajación con los medios y con el público. También es la de diseñar el 2019 y perfilar el 2020 para quien venga. Ahora existen unas necesidades primordiales para que el Festival camine en la dirección por la que creo debe ir.