Doña Monsi había amenazado con tomar represalias si las mujeres del edificio secundaban la huelga del 8 de marzo. La víspera, las féminas celebraron una reunión clandestina en el ascensor donde acordaron que, al día siguiente, pararían. De repente, el aparato hizo un ruido extraño, la luz se apagó y se quedaron encerradas. El grito de auxilio de María Victoria alertó a Yeison que, en ese momento, hacía la ronda.

-Tranquila. No panic. Voy a buscar ayuda para sacarla de ahí -dijo él con voz temblorosa.

-Date prisa. El oxígeno se consume -advirtió Rita.

-¿Mamá? ¿Tú también estás ahí dentro?

-Sí. Nos hemos quedado encerradas siete mujeres.

-Y pronto empezaremos a caer como moscas así que ¡sácanos de aquí de una maldita vez! -le espetó la Padilla.

-Oye, no te permito que le hables en ese tono a mi niño -intermedió Rita.

-Vaya, qué susceptible. ¿No irás a pegarme?

-Ya me gustaría pero, chica, no puedo mover el brazo porque lo tengo encajado entre tus pechos y la espalda de alguna.

-Por favor, señoras, recuerden que si discuten consumen aire. En un minuto estarán todas fuera -les prometió Yeison al comprobar, por el hueco de la escalera, que Eisi acababa de entrar al edificio.

-Rápido. Las mujeres se han quedado encerradas en el ascensor. Ayúdame a liberarlas -le pidió.

Al escuchar aquella noticia, Eisi ralentizó el paso y tardó más en llegar que la investidura al Parlament.

-¿Dices que están todas dentro? -preguntó.

-Sí.

-Perfecto. Déjalas ahí.

Yeison no daba crédito a lo que acababa de oír.

-Por favor. Esto es grave, tenemos la primera baja. Brígida acaba de desmayarse. Hagan algo ya -imploró su hermana.

-Pónganle las piernas hacia arriba y verá que se le pasa enseguida -dijo Eisi mientras se sentaba en uno de los escalones como si no pasara nada.

-Pero si ni siquiera podemos mover las cejas -le recordó Úrsula.

-Estamos literalmente incrustadas -dijo la Padilla, que notaba el hígado de Xiu Mei en la punta de su codo y el codo de María Victoria, perforándole su riñón izquierdo.

Eisi estaba relajado. Pero una duda le rondaba.

-Oye, pibe -le comentó a Yeison-, lo que todavía no logro entender es qué hacen todas dentro del ascensor.

La voz ronca de doña Monsi surgió súbitamente en medio de las escaleras.

-Estaban conjurando a mis espaldas y el Señor las ha castigado.

-¿Qué señor? Porque este y yo no sabemos nada -dijo Eisi.

-Se refiere al máximo lord de la tierra y el cielo -apuntó Yeison.

-A mi no me hablen del Juego de Tronos que yo no veo series de esas.

-Es usted una machista. ¡Tenemos derecho a hacer huelga! -gritó Carmela desde dentro.

-Lo que faltaba. Las huelgas son cosa de hombres -aclaró la presidenta.

-Perdón. Solo un inciso antes de seguir con la discusión -interrumpió Rita que se dirigió a su hijo-. Yeison ¿me oyes? Mira, van a dar las nueve así tienes que bajar y abrir la peluquería.

-Pero mamá? ¿Y si aparece alguna señora a peinarse?

-Pues la peinas.

-Mami, soy antibelicista y los secadores tienen más peligro que una Magnum.

Doña Monsi se acercó al ascensor y habló a través de una de las rendijas.

-Si me aseguran que mañana no hacen huelga, las saco de ahí.

-Eso es chantaje -se quejó la Padilla.

-¡No nos moverán! -gritó Carmela.

-Bueno, eso es lo único a lo que no nos negaríamos -pensó Úrsula que tenía un calambre en el pie.

La situación empeoraba por minutos y era tal el hacinamiento que hubo un momento en que María Victoria creyó que la oreja de Úrsula y la pierna de Carmela eran suyas.

Las mujeres resistieron todo el día en aquel espacio y Yeison tuvo que atender a dos clientas en la peluquería, aunque se negó a usar el secador y, cambio, las peinó haciendo aire con un abanico.

-Es el último gritó en Nueva York -les aseguró.

-Sin duda porque están para salir corriendo -murmuró Eisi.

Por fin, a medianoche, los bomberos entraron al edificio y sacaron a las mujeres del ascensor.

-¿Quién les avisó? -preguntó doña Monsi enfadada.

-Ella -señaló el jefe del equipo de rescate.

-Es que no me gusta nada cómo peina su hijo -se quejó a Rita una de las señoras que esa mañana había estado en su peluquería.

@IrmaCervino