Asistía el sábado día 3, en el salón de actos de la Fundación CajaCanarias, al homenaje que esta institución rendía a María Orán. Acto que no pudo contar con la presencia de la homenajeada por razón de episodio de salud. Cuánto nos hubiera gustado tenerla allí, pero no era posible. Y recordaba yo a su padre. Éramos compañeros en la Refinería. Cuán orgulloso estaba, con razón, del devenir de su hija en el campo de la lírica.

Desde mi exiguo valor, he de darle un diez a la Fundación CajaCanarias tanto por la oportunidad del homenaje como por la realización de todo el acto: la voz de María cantando, como fondo en los prolegómenos, en tanto los asistentes nos íbamos acomodando; imágenes de su vida y obra profesional interpretando diversas arias y canciones ¡Qué voz! ¡Qué maravilla! ¡Qué dulzura en el gesto! ¿No había de estar orgulloso aquel compañero del devenir artístico de su hija?

El concierto en sí estuvo totalmente a la altura de la homenajeada, de María Orán, por parte de Raquel Lojendio, de Gustavo Peña y de Juan Antonio Sanabria, con el acompañamiento al piano de Chiky Martín. Todos mostraron su buen hacer y su cariño a María, que esperaba y deseaba yo lo pudiese estar escuchando desde su domicilio. Cuando contemplé a Gustavo Peña, interpretando sobre el escenario, sentí un tanto de emoción porque me parecía estar viendo, en aquel semblante, a mi ídolo por tantos años: Alfredo Kraus. Los cuatro nos ofrecieron su depurado arte en honor de María.

Qué decir de María, forzadamente ausente del acto y que apenas una semana después su alma trascendía hacia la Eternidad. Han sido años de conocerla desde aquellos comentarios con su padre; de escuchar sus interpretaciones con aquella preciosa voz. Voz que siguió siendo maravillosa en la conversación cuando nos encontramos casualmente en el supermercado o en la frutería, comercios aledaños a nuestros respectivos domicilios, y comentábamos esto o aquello. Yo, que me sabía a una distancia sideral de ella, de su arte, de su valía, de sus reconocimientos, me sentía influenciado por su dulzura en el hablar, por su sencillez. Ya no se producirán aquellos encuentros casuales. Ya no sentiré aquella alegría al verla. Dios la llamó a su morada. Allí se habrá encontrado con Alfredo y con López Cobos, dispuestos a interpretar alguna ópera.

Quiero expresar aquí mi reconocimiento y gratitud a la Fundación CajaCanarias por habernos deparado aquel acto homenaje a María Orán. Fundación que deviene de una institución de ahorro a la que estoy ligado desde hace más de 50 años.

Y sobre todo, gracias a María Orán. Por ser quien era y como era. Gracias. Gracias. Gracias. Que Dios tenga tu alma en su Gloria.