La coincidencia de dos hechos ocurridos con apenas veinticuatro horas de diferencia, y con doña Monsi como protagonista, nos puso ojo avizor. La primera luz de alarma se encendió con el despido fulminante de Evaristo, nuestro recién estrenado hombre del tiempo del edificio, y todo por culpa de una predicción fallida que terminó con doña Monsi, nuevamente, peinada a lo afro. Lo siguiente fue encontrar a Yeison en la puerta de la Padilla reclamando el pago de las últimas cuotas mensuales de la comunidad.

-¡Deja de escupirme! -le espetó la mujer.

-Pchh pkkk chhkkpk -dijo Yeison con las manos presionando la boca, perdido dentro de una sudadera XXL y con un anillo de oro en el meñique.

Carmela supuso que el pobre chico debía de haber sufrido algún golpe en la cabeza pero, cuando le escuchamos hablar a la velocidad de la luz y con ritmo percutivo, comprendimos que el golpe estaba aun por llegar.

-Tú, Padilla givmi de moni / Tú, cotilla no te ponga de choni -y volvió a llevarse las manos a la boca y a escupir aquellos sonidos llenos de consonantes.

-No es por meter el dedo en la llaga pero o le pagas lo que debes o el pibe no se mueve de tu puerta -dijo Eisi disfrutando del momento.

-Por favor, no me lo pongan más difícil -lamentó Yeison, esta vez con su tono normal.

Avergonzado, nos contó que la presidenta le había nombrado cobrador del rap para que, antes del fin de semana, acabara con la morosidad en el edificio. De lo contrario, le cesaría como encargado de la recepción.

-Esto se está saliendo de madre -se quejó Úrsula-. Primero se carga al pobre Evaristo y ahora nos manda a este para que nos cante las cuarenta.

-Bueno, señora, en su caso, son 60 -corrigió Yeison entregándole un recibo y pensando cómo rapearlo.

En lo que buscaba la rima, doña Monsi apareció en medio de las escaleras con una especie de pelusa gigante sobre la cabeza, consecuencia del fallo de Evaristo al hacer el último pronóstico del tiempo. A esas horas, él recogía sus cosas del cuartito de la azotea.

-Yeison ¿Qué haces hablando con los morosos? Canta y cóbrales -le ordenó doña Monsi.

-¡Basta ya! -gritó María Victoria- Estamos hasta el moño de sus machangadas. No puede subirnos la cuota cada vez que le viene en gana. Yo me planto.

-Y yo -secundó Brígida cruzando los brazos.

-Señoras, bájenme el labio o empiezo a subir cuotas que me vuelvo loca -amenazó la presidenta que insistió-. ¡Niño, rapea!

Yeison estiró los brazos y empezó a moverlos al ritmo de sus palabras.

-Hey, suave, suavecito, pchhh prrr kchkck / no me sea tacaña, suelte el dinerito? Arriquitaun.

En medio de aquella situación absurda, Carmela alertó de que estaban cayendo gotas.

-Eso es la saliva de este imbécil -dijo la Padilla- apartándose de Yeison que seguía esputando letras.

Preocupados, por el goteo, miramos hacia arriba y vimos cómo Evaristo se alongaba por el hueco de la escalera para gritar.

-¡Agua va!

En ese momento, empezó a llover en el edificio.

-Dios santo. No entiendo cómo ha podido despedirlo la presidenta -se quejó Úrsula-, pero si el hombre ha clavado la predicción.

-Esto no es lluvia. Es agua de los bajantes que han vuelto a romperse -aclaró Eisi.

-¿Niño, no te dije que lo arreglaras? -le echó en cara doña Monsi a Yeison.

-Señora, es que yo no puedo con todo lo que me pide. O arreglo los bajantes o rapeo / Y sé que al decirlo pongo en riesgo mi papeo -se quejó Yeison sin abandonar la rima.

Después de pensarlo, doña Monsi decidió que él se encargara de arreglar las tuberías y, contra todo pronóstico, le ofreció a Evaristo convertirse en el nuevo cobrador.

El hombre aceptó pero puso una condición: sustituir el rap por jazz.

@IrmaCervino