Con la misma aversión que antes se referían al capitalismo infernal sus adversos, tras la caída del Muro y con notas económicas de urgencia, se refieren ahora al neoliberalismo. Es como el Anticristo. Al ser humano siempre le mueve su psiquismo, sus anhelos y miedos permanecen intactos -ay, su fragilidad-, solo que los objetos en los que se invisten varían.

Los viejos enemigos del capitalismo se han resignado, como a la globalización o la celeridad tecnológica. Ninguno les gusta, pero es lo que hay. El significante más ominoso es "neoliberalismo", que sería la versión moderna del capitalismo, pero más inhumano y satánico. Así confunden y execran al liberalismo. Sin alternativas solo queda la moral: buenos y malos. La ideología más criminal de la humanidad ha sido el comunismo, con 100 millones de muertos. Maozedong con el "Gran salto adelante" y la "Revolución Cultural", y Pol-Pot con los jémeres rojos redondearon la cifra.

Sin embargo, la bestia parda es el "neoliberalismo" como infalible voluntad económica de aniquilación de los humildes, como lo era el capitalismo antes de demostrar fehacientemente que ha igualado más que nadie a la humanidad. Las regiones parias del mundo se han reducido de manera inaudita y cientos de millones de personas han dejado la pobreza. No hay más que ver ciudades, coches y universidades de Asia, África, América latina. "Neoliberalismo" es el significante pancarta de lo más abominable y tenebroso, para quienes carecen por completo de cualquier tipo de proyecto y pensamiento, salvo intentar modelarnos con ofuscada incultura. Como el rezo antiimperialista: otro vuelo sin motor, otro espantapájaros. El neoliberalismo emparenta con el izquierdismo en su doctrinarismo vacuo, los dos operan entre gasas de ilusiones. Se trata de un doctrinarismo simplista sin posibilidad política. EEUU tiene poco de neoliberal: sector público gigantesco, mecanismos de regulación e intervención, proteccionismo, fiscalidad ahora mermada, monopolios... Es un ejemplo perfecto de negación del libre mercado como lo entiende el liberalismo clásico. El liberalismo con la enemistad histórica de comunistas y conservadores, iglesia incluida, es una teoría más política que económica; Adam Smith fue un filósofo moral. Hay tendencias ya perceptibles que consolidan nuevos paradigmas, nuevos prestigios que irradian una luz aún tierna. Los antes preteridos, con el tiempo han alcanzado el olimpo intelectual, como Hanna Arendt (pensamiento político de altura, del S.XX), Camus, Aron, pero también otros liberales académicos como Popper, Hayek, Berlin, también recuperados y en boga. Son los citados, reeditados y reestudiados. Lo único que se cuece es en torno al liberalismo.