Mientras algunos concejales municipales anteriores al actual equipo preferían distraerse en una sociedad saboreando un buen whisky, dejando al margen esa bobería de preocuparse por inmuebles desvencijados, hoy los vecinos de Santa Cruz de Tenerife asisten, estupefactos (la falta de costumbre), a un movimiento inusual en el interior de las Casas Consistoriales y, más concretamente, en el área de Patrimonio. Entre José Manuel Bermúdez y Yolanda Moliné, alcalde y concejala responsable, no con las urgencias que todos deseamos, están sacando a la luz una serie de bienes que, perteneciendo a la Ciudad, han permanecido insultantemente olvidados en las gavetas de ilustres concejales ineptos y que ahora afloran en la actualidad porque estos nuevos políticos han tomado conciencia que les señala la misión de cuidar lo que se considera valioso para un pueblo y que se encuadra dentro de algo que debe estar tan custodiado y mimado como es el Patrimonio de una Ciudad, es decir, El Chicharro en este caso. Hablamos de la obligación de mantener, para poder transmitir a las generaciones futuras, la cultura pasada a aquellos que no pudieron ser testigos de aquellos tiempos que transcurrían por su capital. Por ello, los políticos tienen la responsabilidad de asumir el perfecto detalle de todos los inmuebles que destacan y destacaron por las distintas actividades que albergaron y de aquellas personas sobresalientes relacionadas con ellos.

Con ser importante y fundamental la gestión política, no lo es menos aquella que, en la sombra pero no en silencio, viene sacando a la luz continuamente los olvidos que han protagonizado la vida municipal en los últimos años. Son personas que, con su tenacidad y paciencia (paciencia de soportar lo indecible), recuerdan el silencio que ha circulado por los pasillos del Ayuntamiento capitalino ante espectáculos difícilmente comprensibles y que están a la vista de todos durante años y años. Estos buenos ciudadanos deben de estar revestidos de una madera de tea para que nos les influya toda la negatividad que emana de una ristra de desidias y, además, protegidos por una pátina de apego por su ciudad. No se entiende, si no, esa labor callada que beneficia a todos y que, sin duda, no veremos reflejada en una foto de galería que tanto gusta a los ineptos. Es la tarea que una ciudadana de pro, al frente de una asociación (las asociaciones son las que toman las iniciativas por la pasividad política), se ha impuesto ante el abandono total de uno de los bienes más importantes y bellos de Santa Cruz: el Parque Cultural Viera y Clavijo. Por su dedicación, es la artífice de la anunciada rehabilitación de este singular edificio. No ha tenido el más mínimo reparo en sacar los colores al Gobierno de Canarias y Ayuntamiento de Santa Cruz, llamando la atención sobre las negligencias reiteradas en este edificio, como fue el desvío de 6 millones de euros previstos para obras de restauración y "extraviados" hacia el teatro Guiniguada, de Las Palmas de Gran Canaria; o el deterioro de la recoleta capilla; o la "formidable" decisión desde la Casa de los Dragos de derribar el teatro Pérez Minik, actuación abortada por esta asociación ante la fiscalía; muchos años todo el recinto al "cuidado" de okupas; muros llenos del "arte" grafitero; vallas publicitarias "adornando" la avenida de las Asuncionistas; el desinterés total por una construcción neogótica en el mismo centro de Santa Cruz; 30.000 metros cuadrados arrinconados? En fin, una serie de olvidos incomprensibles que esta ciudadana ha venido recordando desde hace siete años a distintos políticos autoinvestidos por una exultante sensibilidad ofensiva. Ahora, el Gobierno de Canarias invertirá 10 millones de euros, en convenio con el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, en la rehabilitación "integral" del parque Viera y Clavijo. Conociendo algo de cómo funcionan estas cosas por aquí, nos va a permitir tanto su presidenta como la asociación solicitarles que no se adormezcan ni un minuto. Ya saben: hoy prometen una cosa y mañana no existe tal cosa.

Pero no acaban aquí los estímulos inauditos en Patrimonio. Transcurridas décadas de deterioros visibles desde el exterior (en el interior los desperfectos también son evidentes), el consistorio, el área correspondiente, va a proceder al inicio de "obras de emergencia" para estabilizar y asegurar la fachada y el muro exterior del edificio de la antigua Escuela de Comercio. Un breve paseo por la avenida 25 de julio muestra un ejemplo de lo que significa "dejadez municipal". Ese espectáculo no ha aparecido de la noche a la mañana. Por ello, los técnicos se han apresurado a actuar de forma inmediata para "garantizar la seguridad". Y es que les ha aparecido a las puertas de los despachos implicados el riesgo de desprendimientos importantes, lo que podría provocar un accidente grave que nadie ha deseado jamás.