"Esto es como el día de la marmota", espetó Noemí Santana al respetable, en la rueda de prensa posterior al discurso de Clavijo en el debate de la Nacionalidad. Se refería la diputada podemita a una muy divertida peli de Harold Ramis -"Atrapado en el tiempo"-, protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowel, en la que un impertinente periodista, aburrido y pagado de sí mismo, es castigado a despertarse todos los días a la misma hora, repitiendo siempre los acontecimientos del día anterior. Y se refería la señora Santana a esa concreta peli para explicar el aburrimiento que supone aguantar todos los años el mismo repetido teatro del debate del Estado de la Nacionalidad.

Es verdad que fue más bien tediosa la lectura del discurso de Clavijo, demorada durante una hora y diez minutos de sesteo parlamentario, apenas interrumpido por media docena de salvas de aplausos escasamente espontáneos. Clavijo no es precisamente un orador de épica fogosa. Supongo que de joven no leyó nunca a Homero ni a Shakespeare, y probablemente tampoco a Martín Vigil, aunque parece entrenado para sermones curiles de muy baja intensidad. Logró extenderse en su discurso y consiguió atontar aún más a los suyos, y desde luego, dormir a los adversarios: tanto que Ángel Víctor Torres, al criticar el discurso de Clavijo, se refirió hasta a tres asuntos no citados por el presidente de los que el presidente sí se había ocupado. O el señor Torres estaba dormido, o estaba durmiendo, que ya dijo Cela que no es exactamente lo mismo. Confieso que algo de envidia me dio.

Soportar discursos parlamentarios de una hora y pico sin sucumbir al sueño es tarea propia de jóvenes. Siéndolo, yo mismo disfrutaba mucho con las cosas que se decían en la Cámara, pero seguro que era por la novedad, ahora no disfruto nada, preferiría dejarme llevar por el pasmo -como Torres-, leer a Tolstoi o chatear con algún colega. Por desgracia, algunos nos ganamos la vida con esto, y tenemos que contarlo. Contar que Clavijo presumió de los frutos del retorno del diálogo y el entendimiento con Madrid, y de sus resultados: la desvinculación de la financiación autonómica del REF y los convenios, que -como ocurre con los pimientos de Padrón- unos pican -los de carreteras- y otros no -los de infraestructuras-. Como no se puede hacer un discurso sólo con eso, también se aplicó a recordarnos todo lo que ha hecho el Gobierno en este último año -ahí es donde se durmió la mayoría- y luego soltó algunas medidas nuevas, que son las que le aplaudieron los suyos como se aplaude al guitarrista en un bar de copas. Con educación y desgana. Entre las novedades, el presidente anunció la creación de un área de Urgencias geriátricas en el sistema sanitario público, y un plan de acción de internacionalización de la educación no universitaria (aún no sé muy bien que es eso), más la casi gratuidad de los estudios universitarios y la mejora del sistema de transporte público por carretera, con la creación de un bono para residentes canarios. También prometió quitarle el IGIC a los coches eléctricos, a los híbridos y a las bicicletas, por eso de que contaminan menos, y a la oposición lo de las bicicletas le hizo mucha gracia. Pero luego bien que ponen a Dinamarca de ejemplo. Hubo más cosas, que se cuentan en las páginas de dentro porque aquí no caben, pero es verdad verdadera que fue todo muy de día de la marmota y obligado cumplimiento. Y cuanto digo "todo" me refiero a todo, no sólo a lo que dijo el presidente, también a lo que dijo la oposición, que quiere ser marmota en lugar del marmota mayor. Sonó todo tan repetido que hasta Román Rodríguez estuvo tan simpático como siempre. Un día, para variar, debería ser menos gracioso.