Cuando has perdido hasta la libertad, es difícil encontrar una motivación para seguir adelante, pero incluso en esos momentos, la formación sigue siendo una vía para volver a formar parte de la sociedad. Lo saben los 1.582 presos -el 50,3% del total- que estudian en alguna de las cinco cárceles canarias al mismo tiempo que cumplen condena. Obtienen beneficios penitenciarios por aprender, pero en estos casos el éxito no es solo mejorar sus permisos o lograr un título, es aprender a vivir con éxito.

El papel de la educación en las prisiones se entiende muchas veces como una forma de mantener a los reclusos ocupados o como una herramienta que ayuda a preservar la tranquilidad dentro de la prisión. Al director de Formación Profesional y Educación para Adultos del Gobierno de Canarias, Manuel Jorge, no le gusta esa idea. Él defiende esta educación como una forma para que los reclusos consigan encontrar su lugar en la sociedad, es decir, como una herramienta para favorecer, en la medida de lo posible, su "reinserción" una vez que salgan. La interpretación de la educación como un instrumento de control "deja de lado la visión del preso como un ser humano que requiere de un desarrollo integral".

Así y todo, es consciente del perfil que tiene la mayoría de los reclusos y de que las posibilidades de que concluyan alguna etapa educativa son limitadas. La formación que reciben muchos presos es muy básica porque proceden de sectores sociales muy vulnerables y marginados y no tienen ni si quiera el título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Los problemas de drogadicción también han formado parte de la vida de muchos de los presos (en su mayoría son varones).

Estas dos razones hacen que la educación sea para ellos una oportunidad real de retomar su vida una vez que estén en libertad, pero, al mismo tiempo, que los estudios con más matriculados sean la formación básica inicial -equivale a enseñanzas de alfabetización- y la post inicial -Secundaria Obligatoria-. No obstante, también se ofertan dos ciclos medios de Formación Profesional en Cocina y técnico deportivo en fúbol sala y hay alguno -aunque estos datos no los maneja esta dirección general- que se ha matriculado en la UNED.

El interés por los estudios es más o menos homogéneo en las instalaciones de todo el Archipiélago -siempre algunas décimas por encima de la mitad-, a excepción de una cárcel donde los datos muestran un desequilibrio a la baja. Lanzarote es la isla con menor proporción de reclusos que cursan algún tipo de estudios (solo tres de cada diez).

Los Equipos y la Junta de Tratamiento de los centros tienen muy en cuenta los informes del profesorado para decidir si conceden permisos penitenciarios. Además, los informes educativos favorables sirven para conseguir mejores destinos laborales dentro de la prisión (cocina, carpintería, fontanería).

Jorge, más allá de que la educación sirva para mejorar algunos aspectos cotidianos dentro de la prisión, insiste en que es fundamental dar "un enfoque integral" a la educación en los centros carcelarios, de manera que esta formación no se centre únicamente en la empleabilidad -"no podemos usar los mismos indicadores de abandono o fracaso para valorar su éxito"- y que abogue por el desarrollo personal y "la transformación del ser humano".

"La educación tiene la capacidad de cambiar la percepción que el recluso tiene de sí mismo y de los demás, y son estas percepciones las que determinan la actitud y el comportamiento". La formación puede ayudar a "inculcar a los presos el sentido de pertenencia a una comunidad y recordarles que ellos también serán parte de la sociedad cuando estén en la calle". Es "el gran reto y el gran éxito", y para lograrlo, aunque nunca hablemos de tasas de éxito elevadas, es fundamental "la motivación del profesorado" que imparte enseñanzas en las prisiones.