Se entiende que la memoria franquista suscite adhesiones de personas y grupos simpatizantes con la dictadura y la muestren en público cada vez que les plazca, siempre y cuando respeten la ley y la educación cívica, código capital para la convivencia. No resulta comprensible, sin embargo, la inacción -y las actuaciones y declaraciones tibias y confusas- del Ejecutivo gallego hacia los opulentos herederos del caudillo de un régimen tiránico que, además, montó y un expolio sin medida para crearse su nutrido y fastuoso patrimonio personal.

A la vez que la nietísima Carmen Martínez-Bordiú, duquesa que fue de Cádiz y divorciada de Alfonso de Borbón, reclamó el título de Duquesa de Franco con Grandeza de España, y la saga en pleno puso en venta su propiedad emblemática -eufemismo para nombrar el Pazo de Meirás- por ocho millones de euros, se le devolvieron dos colosales esculturas -idealizaciones de Abraham e Isaac procedentes del primer pórtico de la Catedral de Santiago y que, sin título de propiedad alguno, disfruta la privilegiada y opulenta familia. Las imágenes se prestaron después de arduas negociaciones, tiras y aflojas e, incluso, ruegos-, para una inédita y hermosísima exposición que, desde el verano pasado, se celebró en el Pazo de Xelmírez, anejo a la seo jacobina, y que constituyó la primera muestra y homenaje dedicada al maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria, la joya del románico gallego y español.

La cronología de este misterioso artista sitúa su nacimiento hacia 1150 y su muerte en el periodo comprendido entre 1200 y 1217. Según varios especialistas, realizó encargos diversos a lo largo del Camino de Santiago pero las únicas pruebas de su existencia y tareas concretas figuran en un documento fechado en 1168, donde constan sus excelentes servicios en el primer templo compostelano y sus honorarios, firmado por el rey Fernando II de León; y en una epigrafía del 1 de abril de 1188 que da fe de la colocación de los dinteles.

Resulta una dolorosa paradoja que dos piezas de su acreditada autoría permanezcan en manos privadas, por dudosa adquisición, cuanto forman parte sustantiva de la historia de la capital y la comunidad gallega y, por ende, del patrimonio artístico español y que no se estudie y gestione su justa recuperación.