Llegó para predecir el tiempo y ha terminado convertido en una especie de hombre escoba.

Evaristo insiste en que la culpa de sus pronósticos fallidos la tiene el cambio climático pero esto no convenció a la presidenta que le rebajó a cobrador de recibos de la comunidad. Tampoco funcionó en este nuevo puesto y, en apenas una semana, la situación financiera del edificio pasó de números rojos a fluorescentes intensos. Sin embargo, doña Monsi ha decidido darle una última oportunidad. El lunes lo contrató como su entrenador personal.

-Quiero parecer veinte años más joven. Tienes una semana.

-Señora, no sé yo si eso va a ser posible.

-Te estás jugando el sueldo, Evaristo.

-¿Qué sueldo? Si desde que llegué al edificio todavía no me ha pagado ninguno.

-Y como sigas así, nunca lo cobrarás. Anda, ponte ya a trabajar en mi plan de rejuvenecimiento.

Carmela, que había escuchado toda la conversación mientras exprimía los restos de lejía en el cubo, tranquilizó al pobre hombre y le aseguró que, entre todos, le ayudarían a superar el reto. Esa misma tarde, organizó una reunión clandestina en la peluquería de Rita y allí, mientras tres señoras cocinaban su pelo debajo de unos secadores gigantes, se pusieron a pensar en qué hacer para que doña Monsi recuperase su juventud y no despidiese a Evaristo.

-Hace falta un milagro. Esta mujer no tiene arreglo-aseguró la Padilla.

-¿Y si la hipnotizamos? He visto en la tele que la gente puede regresar incluso a su niñez -propuso Brígida.

-Con la edad que tiene tardaríamos meses, años, incluso siglos, en lograr que se retrotrajera -dijo Eisi, atragantándose al soltar este último verbo.

-Mi hijo hizo un curso de recuperación. Con lo que aprendió, seguro que hace que recobre su juventud, ¿verdad Yeison? -comentó Rita.

-Mamá, por favor, aquello fue un examen de recuperación de las siete asignaturas que suspendí. No creo que sirva.

-Pues nada. Tiro la toalla -lamentó la Padilla.

-Aquí no se tira nada y menos toallas que sacan muchas pelusas y voy con retraso -se quejó Carmela dándole un golpe a una que huía escaleras abajo.

-Yo solución tengo. Mi abuelo darme remedio de hace mil años que usar en China para joven tú hacer -explicó Xiu Mei.

-¿Mil años? Chacha, eso está más que caducado -advirtió Carmela-. Lo que nos faltaba es volverla joven y matarla de paso.

En medio de la discusión, un intenso olor a "algo-se-está-quemando" alertó a Rita.

-¡Peluquería on fire! -gritó Yeison al descubrir el humo que salía de los secadores de las tres clientas, de quienes Rita se había olvidado.

Carmela no lo dudó y lanzó el cubo de agua con lejía sobre ellas. Lo que ocurrió después da para otra historia (me lo apunto).

Ya por la tarde, más calmados, acordaron que la única solución efectiva era hacer creer a Doña Monsi que se había vuelto joven.

-¿Estamos hablando de mentir? -preguntó Brígida- Vaya por Dios, acabo de confesarme.

Al día siguiente, comenzó el plan.

Evaristo quedó con doña Monsi en el portal para el primer supuesto entrenamiento físico. La mujer llegó puntual, embutida en unas mallas tan pegadas que hasta un arqueólogo hubiera averiguado su edad con solo mirarla de reojo.

-¿Por dónde empezamos? -preguntó ella y Evaristo le señaló las escaleras.

-Perfecto. Te veo arriba -respondió ella, abriendo la puerta del ascensor.

Antes de que pudiera entrar, Brígida se interpuso en su camino.

-Buenos días, presidenta. ¡Uy, qué joven la veo! Parece como si, de repente, hubiera perdido usted treinta años.

A doña Monsi se le iluminó tanto la cara que Eisi tuvo que ponerse las gafas de sol.

-¿De verdad? -preguntó.

Por primera vez en mucho tiempo, todos dijimos un sí al unísono.

-Si es que parece la hermana pequeña de la Preysler -comentó la Padilla.

-Señora, está usted de toma pan y moja -añadió Bernardo que recibió una mirada matadora de Xiu Mei.

Halagada, doña Monsi se desabrochó la faja reductora, dejó que la barriga recuperase su espacio y se dirigió a Evaristo.

-En cuanto llegue a casa te ingreso tu sueldo.

@IrmaCervino