Se suele hablar de la sabiduría popular en el ejercicio del derecho del voto. Pero es una filfa. Los resultados electorales nunca demuestran el conocimiento de la gente, sino su voluntad retorcida por el cabreo, las modas o los medios de comunicación. No deberíamos olvidar que el ciudadano de este país es tan suyo que fue capaz de votar masivamente al partido de Adolfo Suárez, la UCD, que pasó del éxito al olvido, desapareciendo literalmente de una elección a otra

Después de poner a parir los males del bipartidismo y la alternancia entre conservadores y socialistas, pasamos a una nueva sopa de letras que no ha demostrado ninguna ventaja práctica con respecto al modelo anterior. Pero lo que sale de las urnas es la democrática voluntad de los electores. Y esa voluntad, en los últimos años, ha sido la de abrir el espectro político dando entrada a nuevas fuerzas políticas.

Ciudadanos y Podemos están viviendo sus años de gloria devorando parte del electorado conservador y de izquierdas de este país. Como mal de muchos suele ser consuelo de tontos, los partidos tradicionales están ya echando cuentas de sus reveses y consolándose de lo mal que le va al prójimo. Pero por muchas excusas que se den, en Canarias los tres grandes partidos han pagado el precio. Coalición sufrió el desgarro de Nueva Canarias, gente que estaba dentro y les montó otro partido nacionalista. El PP se dio en las últimas elecciones un batacazo. Y el PSOE sacó los peores resultados de las últimas tres elecciones, con el añadido de que alguna mente brillante decidió forzar la salida de Casimiro Curbelo, en La Gomera, que le costó tres diputados.

Las próximas elecciones locales y autonómicas van a dejar el mapa político como el camarote de los hermanos Marx. Para gobernar habrá que organizar una cama redonda y el reparto de eso que la nueva política llama "sillones" va a ser parecido a un sudoku maldito.

Pero la verdadera clave de las próximas elecciones está en la melancolía. La de Gran Canaria, que nunca ha terminado de cuajar en el proyecto nacionalista que lleva gobernando Canarias varias décadas y que ahora emprende una iniciativa, en dos frentes, para romper el equilibrio de poderes. Por un lado la reforma electoral, que quieren sacar aquí, en Madrid o en Tegucicalpa, persigue dar más votos a las dos islas más pobladas. Por el otro la resurrección del viejo pleito, con la canción del expolio a Gran Canaria, que pretende aislar a Coalición, exponiéndola como un partido instrumental al servicio del manejo de los chicharreros.

La campaña electoral ya ha comenzado. Y los ríos de demagogia, que van a dar a la mar de las urnas. Nos queda, hasta mayo del 2019, un larguísimo año en el que nuestros políticos van a dar lo mejor de sí mismos en ese oficio de la trapisonda y la mediocridad en la que somos plusmarquistas imbatibles.