La pareja del ciudadano ruso que en 2014 fue asesinado en Arona por su examante, E.B., declaró que dejó esta relación al comprobar que "era un psicópata que podía hacerle daño a mi familia". E.B. fue poco antes novio de su hija, pero la joven decidió abandonarlo y entonces descubrió su carácter violento. Llegó a denunciarlo por malos tratos y una violación. Su madre haría lo mismo.

Tras la ruptura de su relación, la víctima se convirtió en sacerdote ortodoxo. En mayo de 2014, aceptó que la mujer volviera a la casa y reanudaron la convivencia. "Temía más por la vida de mi familia que por la mía. Acabé la relación porque él no estaba bien de la cabeza y tenía miedo", indicó la mujer que entonces tenía 45 años, frente a los veinte de E.B. El hombre ruso decía "muy a menudo" que lo veía merodear por la casa familiar. La mujer dijo que le prestó 160.000 euros para que comprara una licencia de taxi. De la víctima aseguró que, aunque a veces era provocador y ella se veía obligada a terciar, lo cierto es que en los 22 años de convivencia jamás lo vio pelear. La hija declaró que el acusado en varias ocasiones la amenazó con hacerle daño a su familia. Cree que en realidad no existió una relación con su madre y de su padre señaló que era una persona absolutamente tranquila y que nunca lo vio en una pelea. Uno de los guardias civiles de Las Américas que participaron en la resolución del caso dijo que, desde que hallaron el cuerpo, tuvieron claro quién era el culpable, aunque tardaron 42 días en que E.B. decidiera entregarse. Las labores para detenerlo tienen pocos precedentes en la historia policial de Tenerife. Hubo controles en puertos y aeropuertos, intervención de teléfonos y se llegó a cerrar Puerto Santiago. Durante ese tiempo estuvo escondido en una casa en San Isidro que le dejó un amigo, que le daba comida, sobre todo por miedo a represalias. Los testigos no dudan en calificar al acusado de "peligroso, violento, con gran poderío físico, manipulador, prepotente y agresivo". Hoy se reunirá el Jurado para concretar si actuó con alevosía. La Fiscalía mantiene su petición de 17 años de prisión y 120.000 euros de indemnización, al considerar probado que el asesinato hubo "abuso de superioridad". Los forenses demostraron que las heridas que presentaba el cadáver eran propias de alguien que intentaba defenderse. El móvil no era otro que eliminar a quien consideraba su rival para que la madre volviera con él. El abogado de E.B. mantiene que es un homicidio e intentó demostrar que la víctima tuvo posibilidades de defensa, incluso con las botellas de cerveza que acababa de comprar. El acusado dijo que, pese a la diferencia de edad con la madre, le atraía su forma de ser, aunque intentó controlarlo y la relación "se volvió tóxica". Asegura que las denuncias por malos tratos y abusos sexuales son falsas y le pidió que las retirara. Cuando vio que había cometido el crimen, asegura que se le vino "el mundo encima" y empezó a actuar guiado por "la cobardía, el horror y el miedo". Dijo que, "si pudiera dar marcha atrás, no hubiera pasado nada de esto". Señaló que "nunca tuve la intención de causarle daño a ese pobre hombre; me arrepiento muchísimo y pido perdón a los familiares". A punto de llorar dijo que apenas ha podido ver en unas pocas ocasiones en la prisión a su hija a través de un cristal. El acusado asegura que halló de casualidad y que le pidió que retiraran las denuncias. La víctima sacó un móvil y lo grabó para probar que incumplió la orden de alejamiento. La Fiscalía dice que le hizo una llave y lo dejó inconsciente.

En el maletero

Varios días estuvo con el cadáver en su coche y en otro alquilado. La noche después visitó a la compañera del fallecido para contarle el hecho. Su intención era coger el coche del ruso y prenderle fuego con el cuerpo dentro. A través de cámaras de seguridad en una gasolinera y en párquines se puede hacer un seguimiento aproximado del recorrido y de cómo pasó de mantener el cuerpo en el sillón de atrás a ponerlo en el maletero.