Ese lugar en el que se pretende hacer la política que se es incapaz de hacer en las instituciones al efecto. De esa calle surgió la organización política que dio en llamarse Podemos. No sé si por su propia fuerza o por la ayuda "indirecta" del PP, facilitándole su proyección en los medios de comunicación, para desgastar al PSOE como fuerza hegemónica de la izquierda. Sea como fuere, aquella calle otorgó a don Pablo Manuel Iglesias (su cara era el logotipo que estaba impreso en la papeletas de elección al Parlamento europeo) el inesperado éxito que obtuvo. Había en la calle un no contenido deseo de castigar a los actores del bipartidismo (PSOE y PP).

Es la calle el lugar en el que, pasados unos años de conformación y desarticulación de "círculos", don Pablo Manuel Iglesias sigue pretendiendo hacer la política. Así, por ejemplo, el pasado 10 de marzo podíamos leer que el referido activista decía que "su partido buscará sus alianzas políticas de cara a una alternativa de Gobierno en la calle y en las movilizaciones sociales, como se ha puesto de manifiesto con las mujeres y los pensionistas". De la dirección de Podemos había dicho yo el 3 de marzo, en esta columna, respecto de mi pensión, que "este jubilado que suscribe prefiere perder capacidad adquisitiva a que estos seres se beneficien en su andadura política por cualquier atisbo de mejora que nos pueda afectar".

Como sindicalista que fui, siempre tuve presente la necesidad de mantener el poder adquisitivo de los salarios respecto de la evolución del coste de la vida; y del estricto cumplimiento de los acuerdos alcanzados en los convenios de la empresa, tanto por los trabajadores como por el empresario. La crisis económica ha descabalgado todo aquello y ha trastocado muchas de nuestras certezas. Y así hemos llegado al momento en que, además de irse al garete la redistribución de la riqueza (hoy hay ricos, que lo eran, mucho más ricos; hoy hay pobres, que no lo eran y los que eran, mucho más pobres). Y esta situación ha de tratar de arreglarse por el poder legislativo en el Parlamento, que es donde hemos llevado a nuestros representantes políticos por mediación de nuestros votos, en estricto uso de la Democracia que nos dimos en la Transición y consolidamos en la Constitución.

Fue el mal uso de la calle, la algarada, la coacción, la violencia, la que dio al traste con la II República del 14 de abril de 1931 que, preñada de buenas intenciones, no pudo soportar los desafueros de muchos de los que se decían republicanos. Y terminó, lamentablemente, como todos conocemos o deberíamos conocer.