No siempre es fácil encontrar lo que estás buscando. A veces hacen falta meses para que finalmente halles eso que tanto anhelabas; otras, basta con llamar a tu madre para que, con su sexto sentido, se las ingenie rápidamente y lo encuentre en dos minutos delante de tus ojos atónitos.

Quizás haya sido el tiempo, o puede que ese mismo sentido "arácnido", pero está claro que algo han utilizado un grupo de investigadores del Hospital Universitario de Canarias (HUC) para dar caza a una proteína que se escondía detrás de los genes que componen el ADN. Un tesoro proteico que podría tener las claves para mejorar el diagnóstico del cáncer de ovario.

Encontrar las pequeñas cadenas de aminoácidos que juegan al escondite era fundamental, pues resultan una piedra angular del diagnóstico temprano del cáncer de ovario seroso y, en un futuro, quizás de muchos más.

Un equipo liderado por la bióloga molecular Elisa Cabrera Afonso ha planteado un método que podría adelantar el momento del diagnóstico actual de los tumores en laboratorio. La investigación ha sido merecedora de uno de los premios DISA de Investigación Sanitaria de Canarias. Hasta ahora la detección se ha estado realizando mediante secuenciación de la cadena de genes y, a pesar de que el método es bastante efectivo, siempre había casos que se escapaban.

¿La razón? Las proteínas de la vía de reparación no son visibles a ese nivel, lo que provoca que, en ocasiones, un diagnóstico de cáncer de ovario se retrase hasta fases avanzadas al no vislumbrarse ningún problema a nivel genético. "Lo que pretendemos es mejorar esos diagnósticos analizando la vía de reparación del ADN", explica Cabrera, que recalca que "se ha comprobado que si esa vía está afectada, se pueden aplicar unas terapias más novedosas".

Cabrera Afonso, junto a un equipo formado por otro biólogo molecular y una oncóloga, ha logrado estudiar directamente la "vía de reparación" del ADN, un mecanismo que la cadena genética tiene de forma natural para "curar" los genes "rotos". En esta carretera, la proteína RAT51 va reparando los genes que pudieran generar errores al replicarse.

El problema es que, cuando existen células cancerosas, estos fallos se producen tantas veces y tan rápido, que la proteína colapsa y deja de funcionar. "Si se detecta el error a tiempo, podemos evitar que el tumor se siga dividiendo, pero si no se hace, la célula se multiplicará hasta masificarse produciendo el crecimiento del cáncer", recalcó la investigadora.

Esta investigación se ha basado en el cultivo "in vitro" de las células de los tumores ya extirpados de pacientes. Las células tumorales se cultivan para "detectar los niveles de RAT51 que contienen". Tras marcar la proteína mediante inmunoflorescencia, se procede a hacer un daño medido a la célula. A partir de ese momento pueden pasar dos cosas. La primera, que una masa de proteínas se acerque a reparar la célula tumoral, lo que significaría que no hay ningún problema en la vía de reparación, o que, por el contrario, no se vea ningún tipo de movimiento, lo que significaría que la vía de reparación se ha quedado afectada por la acción incontrolada del tumor.

Este es justamente el método que los investigadores proponen, después de seis meses de investigación, para el uso clínico cotidiano, pues conseguiría una mayor efectividad que la secuenciación genética. El grupo de investigadores invertirá los 22.500 euros de premio de la fundación DISA principalmente en la compra de material fungible, pues las herramientas biomoleculares figuran entre las más costosas. Con dicho material, la investigación podrá seguir adelante e, incluso, expandirse a otros tipos de cáncer.