Casi tres semanas ajeno a lo que ocurre en España, viene a suponer una purificación muy recomendable. Incluso puedes adelgazar. Estar en el extranjero siempre comporta un beneficio añadido, que es no estar en España. Un acicate para el sosiego y la desgana.

Dos semanas escribiendo sobre Marruecos y el desierto me parecían suficientes, hasta que descubres más gravoso hacerlo sobre España. Mis hombros soportan ya pesadas décadas de españolidad. Además los marroquíes son nuestros vecinos de lujo y parte indudable de nuestro futuro: la otra orilla, para turismo, negocios, concertación... como apunta Manuel Vidal. Una verdadera potencia en arte, cultura, historia, riquísima por su inmarcesible diversidad y con el deslumbramiento de la otredad. Para los que no hacemos ascos a la sociología y el desarrollo, es una muestra de su decidido engaste en una cultura no cristiana y occidental, con no menor virtualidad y empuje.

Hay un choque de autores e intelectuales entre España y Marruecos. Si Edward Said estatuyó el "orientalismo" como canon concebido en Occidente, Valentin-Yves Mudimbe viene también a distinguir entre biblioteca islámica y colonial. Quitando la obra "Estudios saharianos" (1953) de Julio Caro Baroja, hasta la descolonización del Sáhara en 1975, los trabajos publicados por España son informes y estudios. Muy pasado 1975 se produjo la erupción del metarrelato español sobre el Sáhara: una unísona narrativa coral recitada como un mito, alentada de ucronía, de formato panfleto y fines de agitación (¡en España y Argelia!), una literatura imberbe de consignas y arengas. Máxima hazaña, hasta ahora conocida, de biblioteca colonial. Que ignora y desprecia la islámica. Se sabe que los que descolonizan serán los mismos que colonizaron. Compartían patrones y ciega reversibilidad, nos alertaron de ello Fannon y Senghor. Nada hay más izquierdista occidental, eurocéntrico y tutorial que la mitificación -aquella engañifa- de los totalitarios movimientos de liberación nacional de hace medio siglo.

Hay una superioridad objetiva y natural ante los temas de Marruecos y Sáhara que marca la talla intelectual, moral y cultural de los autores marroquíes. Tienen la inmensa suerte de haber bebido de dos veneros de aguas ancestrales y cristalinas. La cultura islámica con la importancia otorgada a la tradición y una epistemología comunitarista, y el dominio también pleno de la cultura occidental racional e individualista, su bilingüismo y poliglosia lo han propiciado. No tenemos nombres con el rigor de Laroui, Cherkaoui, Larbi Massari y tantos. Leerlos es una experiencia única: hay matices e intersticios inusitados, miradas poliédricas, límpidos horizontes escalonados. Es pensamiento hibridado de realidad.