Hay un antes y un después del 18 de noviembre en El Alcoraz. Aquel día se escenificó sobre el césped la diferencia entre un Huesca candidato al ascenso y un Tenerife que navegaba a la deriva, lastrado por las lesiones y la indefinición identitaria que le acompañó hasta la salida de José Luis Martí.

Antes de aquel doloroso 3-0, el equipo blanquiazul había ganado cinco encuentros de catorce y solo había perdido tres. En las once siguientes, solo ganó dos y acumuló hasta seis derrotas. Es decir, 21 puntos en el primer tramo por 9 en el segundo. El Heliodoro fue su fortaleza, aunque concedió tres empates. Fuera ganó en una de sus siete visitas.

El preparador balear no consiguió encontrar una línea de juego parecida a la de la temporada anterior. Sin Amath en ataque, intentó configurar el inicio de la presión de forma distinta y fue cambiando de dibujo para ocupar mejor los espacios: dos pivotes, tres, centro del campo en rombo, un delantero, dos...

A medida que avanzaba la temporada, navegó entre lesiones y perdió confianza en algunos de sus hombres fuertes. En enero (en verano había desechado esa opción), aceptó la llegada de un mediocentro como Luis Milla. Casi no pudo disfrutarlo.

El Tenerife dudó con el cese. Se lo planteó en diciembre y enero, pero los triunfos contra Reus y Albacete o el empate ante el Cádiz retrasaron la decisión. Fue el tropiezo de Zaragoza el que encendió definitivamente las alarmas. Miguel Concepción puso fecha de caducidad (los dos partidos seguidos en casa), pero alargó una semana más el martirio de Martí hasta Granada. Resultado: un punto de nueve y cuatro más de desventaja con el sexto.

La derrota en Los Cármenes activó el plan B: Joseba Etxeberria. Con la conformidad del vasco desde hacía semanas, su llegada devolvió la intensidad al trabajo. En el campo se plasmó enseguida el cambio: presión alta, transiciones rápidas, extremos (Villar y Mula) y una pareja estable en el medio (Alberto y Milla).

Sus primeros nueve encuentros resultaron casi perfectos: siete victorias, un empate y una derrota para disparar al Tenerife de -11 a -2 del "playoff". Pero entonces llegó la pájara. La salida tonta condenó a los insulares ante la Cultural. Luego llegaron las actuaciones arbitrales ante el Huesca, el Rayo y el Almería para terminar de descartar la candidatura blanquiazul al ascenso. El cambio de dinámica solo puso de manifiesto la realidad: debía fallar menos que el resto y no lo consiguió.