Dar una segunda oportunidad y abrir puertas son algunos de los cometidos que la asociación Ataretaco se marca año tras año desde 1985. Personas de todas las edades y lugares acuden a la sede de esta organización, situada en Taco, en busca de opciones, formación y, sobre todo, oportunidades de empleo. Dentro de los múltiples programas que ofrecen destacan dos que en los últimos años han logrado atender a cientos de personas en riesgo o situación de exclusión social. El Tablero y Añaza son los escenarios donde se imparten sendos ciclos en agricultura sostenible y costura creativa.

Nuria Gago, técnica de la entidad, cuenta que "se intenta que haya heterogeneidad en los grupos y aportar apoyo psicológico, un empoderamiento formativo y laboral, así como lograr la inserción laboral".

En el caso del programa de El Tablero se utiliza una finca, acreditada como ecológica y formada por cultivos locales, como centro de operaciones. "El hecho de que sea agricultura sostenible es un plus para las empresas que al final acaban buscando estos perfiles", comenta Gago.

Desde octubre de 2017 a mayo de 2018, 70 personas han recibido clases en las dos fases en las que se divide la iniciativa. Asimismo, han contado con la atención de tres monitores, tres tutores sociales y dos promotores de empleo. El siguiente paso, tras las sesiones, es dar el salto a las prácticas no laborales en empresas del sector.

Un paso que para Cristofer, uno de los alumnos más jóvenes del ciclo, es ilusionante. "Llegué hace poco a la Isla desde Venezuela y siempre me había atraído este ámbito", cuenta. Asimismo, apunta que "jamás imaginé que todo esto llevara un proceso tan grande y cuidado y que, incluso, aprendamos contenido de biología y fitosanitario".

En esta línea, Candelaria, parada de larga duración de 51 años, señala que al final las ganas de trabajar pueden más que cualquier cosa y, que si aún tiene esperanzas de volver al mercado laboral, es por Ataretaco.

Desde 50 años a 19 , una diferencia amplia de edades que Manolo, uno de los monitores, aprecia como un reto difícil e ilusionante que refleja la sociedad en la que vivimos.

En los talleres de costura creativa de Añaza la ilusión por trabajar es la misma. En este caso se imparten dos formaciones: uno de diseño y arreglo de ropa, que cuenta con 8 integrantes, y la de dependiente del sector textil con 5. "El segundo es más avanzado, ya que suele ser gente que tiene una capacidad de cara al público y cierto conocimiento del sector textil, pero es como un grado medio muy completo", relata la profesora María del Carmen.

El principal propósito, tal y como asegura la otra monitora, es que las chicas lleguen lo mejor preparadas posible a las prácticas, que serán en junio en el caso de las dependientas, y que se enfrenten a la realidad de un puesto de trabajo. Para ello, tendrán que aprobar y superar 80 horas.

Náyade, alumna del curso de Añaza, no se arrepiente de haber dado el paso. "La verdad que no pensé que me fuera a gustar tanto y que recibiríamos tanta información. Ahora voy por las tiendas y miro todo", asegura.

Otra de las novedades del ciclo de dependienta es el temario económico con el propósito de aportar una guía al emprendimiento. "Al final intentamos que ellas también sepan con qué herramientas cuentan para emprender y crear su propio negocio", afirman las profesoras.

Al final, el propósito principal siempre es intentar que el máximo de personas logren acceder a un puesto de trabajo. Según los último datos de la asociación, en 2017 se atendieron a 1400 personas, más de 700 participaron en los proyectos y la mitad de estos consiguieron insertarse laboralmente. Estos porcentajes generales se mantienen en casi todos los programas, como es el caso del de dependienta textil, sin embargo en el de costura desciende y en agricultura sostenible no es del todo estable.

"En el primer caso, hay que trabajar mucho el autoempleo, ya que al tratarse de empresas, formadas por autónomos con baja capacidad de contratación, no es lo mismo y, en el segundo, el trabajo en periodos concretos influye", explica Gago.

33 años después, Ataretaco sigue creciendo y añadiendo proyectos a una larga lista, posible gracias a la financiación de ayuntamientos y Cabildo, así como de la ilusión y trabajo de alumnado y profesorado. Un largo viaje que recorre la Isla desde fincas a talleres de costura, desde el Tablero a Añaza.