Cuando empieza a hablarse de la 72ª edición de la Gala Met, que tuvo lugar el primer lunes de mayo en el Museo Metropolitano de Nueva York, ni los amantes de los estampados de Lacroix, Dolce y Gabbana o Galliano podían creer que el eje central girara en torno a lo religioso.

Dos años de negociaciones y más de ocho viajes al Vaticano sirvieron para que en la Santa Sede se tuviera conciencia de que "la ropa es un medio básico para cualquier debate sobre religión", según Andrew Bolton, comisario de la muestra, y aceptaran la propuesta de Anna Wintour.

La editora volvía a organizar la cita, como lo viene haciendo desde 1995, y este año tuvo tres anfitrionas "invitadas". Donatella Versace, de sobra reconocida la relación de la firma que capitanea, ya desde que vivía su hermano, con los motivos religiosos; Rihanna, sin duda la "reina" de la alfombra roja de este evento, y Amal Clooney, tal vez la que menos se explica que ejerciera como tal. Las cuatro lucieron radiantes con modelos firmados por Chanel, Versace, Maison Martin Margiela y Richard Quinn -que sentó en el front row de su desfile a la mismísima reina de Inglaterra-, respectivamente.

La exposición "Cuerpos celestiales: moda e imaginación católica", que estará en las sedes del Met en la Quinta Avenida y el Alto Manhattan hasta el 8 de octubre, acoge prendas de esas marcas y muchas otras con reminiscencias católicas. En otro espacio se podrán ver, por primera vez, vestidos papales que jamás habían salido del Vaticano.

Con una antesala así, el espectáculo en la alfombra roja estaba servido, de manera que los diseñadores llevaron a los espectadores desde el cielo hasta el infierno.

Una de las firmas que más destacó fue Versace. Katy Perry con exageradas alas blancas, vestido de red y botas metalizadas dejó más que claro que su intención era convertirse en una verdadera criatura celestial.

Por su parte Blake Lively mostró, en el color del lacre, una cola de seda salvaje totalmente bordada en oro, evocando la época bizantina. El torso cosido con piedras de los colores de las esmeraldas, rubíes y zafiros. En un derroche de creatividad, la casa italiana se basó en el reflejo de la feminidad que ofrecen las vírgenes que se representan en las vidrieras como inspiración para vestir a la modelo Gigi Hadid.

La cantante Zendaya aparecía envuelta en tejidos de maya plateado, bien armado. Hubo quien pensó que el atuendo no se identificaba con el código de vestimenta marcado, hasta que supieron interpretar que se trataba de Juana de Arco.

No todo el mundo es capaz de leer qué hay tras los estilismos, si no son tan evidentes como el que modeló Sarah Jessica Parker y que diseñó Dolce&Gabbana. La actriz de "Sexo en Nueva York" apostó por llevar como tocado un Belén napolitano al completo, que aún así no llegó a robarle todo el protagonismo a la mitra de Rihanna, pero sí desvió la atención que se suele centrar en las joyas.

Casi nada se dijo de la tiara antigua de Sienna Miller, y eso que era la misma que Nicole Kidman lució en la gala del año pasado a modo de choker.

Y si Versace se posicionó como la firma más aplaudida, Ralph Lauren podía ser la siguiente. La cabeza de la actriz Priyanka Chopra, cubierta con un minucioso trabajo en metales dorados que resbalaban por los hombros hasta fundirse con la capa y vestido strapless, en terciopelo borgoña, provocó el disparo de los flashes.

Y siguió sorprendiendo cuando Kerry Washington se presentó casi bañada en oro desde el cuello hasta los pies. La marca americana contó con el misticismo a cada pisada.

La línea "evasé" de Washington dio paso al vuelo de la capa, semitransparente, de la modelo Rosie Huntington-Whitley, quien optó por un diseño sin riesgo, por la perfección de la creación, pero haciendo un guiño al "dress code" con una aureola metálica.

Valentino tuvo dos momentos de gloria. Uno, cuando Bee Shaffer surgió con un impresionante vestido rojo y acompañando a su madre, en la que puede ser la última gala que dirija siendo aún editora de Vogue USA, y otro con la interpretación que Pierpaolo Piccioli -director creativo de la firma- hizo junto a la actriz Frances McDormand y su complicado estilismo compuesto por mono, capa y tocado XXL de plumas, ausente en el épico "photobomb" que se marcó.

Jean Paul Gaultier vistió de negro a Madonna para que luego cantara, de blanco, "Like a Player". Entre las apariciones llegó el "juicio final" en el vestido de Ariana Grande, un diseño de Vera Wang.

La indumentaria cardenalicia la reinterpretó Diane von Fusternberg para que la modelara un ángel, de los de Victoria Secrets, aunque las plumas de sus alas se colaron en la cola del vestido de Jennifer López con firma Balmain.

Las vírgenes las dibujaron Moschino, Dolce&Gabbana? y las interpretaron Kate Bosworth -Oscar de la Renta-, Lily Collins -Givenchy- mientras los "ángeles negros" se vistieron de LBD con los patrones de Saint Laurent. Porque para pasar del cielo al infierno de la moda sólo hace falta estar pendiente de la gala Met, casi más conocida por sus polémicos temas que por sus fines benéficos.