La información ha dado paso a la comunicación, que es otra cosa. Las redes sociales, aparentemente libres e incontrolables, sirven para propagar escándalos morbosos. Y no existe manera científica de predecir lo que pasará excepto que las falsedades, como las células cancerígenas, tienen una velocidad de replicación mucho mayor que la verdad. Valga como ejemplo que Tenerife va a ser el escenario de una mega erupción del Teide, una noticia rigurosamente falsa aparecida en diarios británicos.

Hay una vieja frase que dice que en lo que la verdad se pone los pantalones la mentira ha ido y vuelto de la Luna. El ser humano tiene propensión a creerse siempre la versión más negativa y escabrosa de algo. Y en los últimos tiempos, el consumidor de información ha dejado de exigir rigor sobre la información que consume.

Hace unos pocos días circuló la especie de que un conocido político vasco había sido imputado por su pertenencia a una red de pederastas. Se hablaba de la homosexualidad del político y de un juez y varios personajes importantes que habían sido cazados en la operación. Ningún periódico se había hecho eco de la noticia excepto una web con sede en vete tú a saber. La noticia era falsa, pero circuló por las redes sin más aval que el de una extraña cabecera digital.

¿Te comerías una lata de atún con la fecha caducada de hace diez años? Seguramente no. Pero lo que consumes en las redes no te perjudica a ti sino a otros. Y las normas se relajan. Por eso la gente se traga con tanta facilidad las falsedades que le han llegado a través de cualquiera de las redes sociales que usa, convirtiéndose él mismo en un agente distribuidor de la mentira.

El éxito de esas "noticias" se basa en un sistema multiplicador, porque cuentan con la difusión que le dan los propios usuarios a través de su cadena de contactos. Aquel que recibe la falsa información la rebota a sus conocidos a través de la misma o de otras redes sociales, con lo que se está contribuyendo a la expansión geométrica de la mentira. ¿Y por qué la transmitimos? Porque es atractiva o escabrosa o afecta a negativamente un personaje popular. Y porque la verdad suele ser mucho más aburrida.

Ya hay empresas especializadas en fabricar esas "fake news" y en su uso estratégico para perjudicar irreparablemente la imagen de un candidato, un colectivo o una marca. Y los partidos políticos preparan equipos especializados en fabricar o combatir bulos. Lo que antes era esporádico y caótico se ha convertido en una floreciente actividad de negocio perfectamente dirigido. Que Tenerife haya estado en las redes como posible escenario de una dantesca erupción volcánica no es casualidad. Esta vez la mentira tuvo las patas tan cortas que apenas caminó un poco. Pero habrá más. Y mejor hechas. Hay gente que se juega mucha pasta en ello.