La chispa para que estallase el Mayo del 68 fue la reivindicación de los estudiantes de la flamante Universidad de Nanterre-Paris X, del libre acceso a las residencias de sus compañeras. Allí radicaba el "Movimiento 22 de marzo" que lideraba Daniel Cohn-Bendit. Tiempos de cólera de la generación del "baby boom" y de la progresión de la población estudiantil, ante la guerra de Vietnam , la "represión" (general) y la sociedad de consumo. París acogía ese año las primeras negociaciones de paz en Vietnam. Meses antes, los estudiantes alemanes habían salido por millares a la calle, tras otro héroe, Rudi Dutschke. Los izquierdistas de mi generación seguimos recordando los nombres de los cabecillas de aquel mes: el maoísta Geismar, Krivine, trotskista y eterno presidenciable, por supuesto Dani El Rojo y otros. Sin olvidarnos de los situacionistas, apenas arremangados en Mayo.

Evidentemente, quienes mejor los recuerdan son otros izquierdistas de alguna forma vinculados a aquellos movimientos, como son Gabriel Albiac (su tesis doctoral la dirigió el profeta de aquellos años y posteriores, Althusser) o André Glucksmann, otro filósofo también muy rojo en su juventud. Los dos han sacado libro sobre la efeméride; Glucksmann es mucho más indulgente que Albiac.

Se imputa al Mayo francés el relativismo, el fin de la autoridad y jerarquía, la horizontalidad entre sexos, estudiantes y profesores, familia. También el hedonismo narcisista, la centralidad de la identidad grupal y la deslegitimación absoluta de la clase obrera como agente de progreso. El comunismo era opresión, grises burócratas aburguesados; con todo, en Mayo, consiguieron movilizar a los trabajadores, como siempre subalternos, esta vez de los estudiantes, aun contra la renuente izquierda institucional, que se oponía frontalmente. El freudomarxismo en boga, sexualizando la vida, no iba a someterse a nimios sindicalistas. El comunismo francés emprendió su marcha a la irrelevancia.

Otro profeta, Marcuse, hablaba de los nuevos sujetos revolucionarios: estudiantes, anticolonialistas asiáticos, mujeres, "Panteras negras". De Vietnam a China; se descubrió como liberadora la revolución china, en su época dorada de criminalidad: la Revolución Cultural. El maoísmo había ganado al trotskismo.

España, por culpa del franquismo, fue ajena a este movimiento, salvo minorías "contestatarias", en torno a revistas como "Triunfo", ácratas o el rock. El esmirriado movimiento estudiantil terminó por someterse al comunismo español y al progresismo obrerista, cuerpos absolutamente extraños a todo lo que bullía en París, Berlín, San Francisco, Chicago, México, Praga, Tokio. España sumaba grises de distinto signo.

España homenajeó el Mayo del 68 reputando de progresista, hasta ayer, todo lo que París, de inmediato, había desechado.