Cuesta entender muchas de las cosas que ocurren en nuestro territorio, ya que la devaluación de la cultura y la economía local ha provocado no sólo una pérdida de identidad, degradando lo que sabemos hacer, pero sobre todo, creando una mayor dependencia ante la debilidad de lo local frente al negocio de la importación.

El admirado Pedro Lezcano, en el poema de la maleta, nos acerca a lo que ocurre con el carbón. El negocio es el negocio. Lo pequeño, lo local, lo nuestro, lo han separado del interés colectivo.

¿Tiene explicación que en un territorio como el nuestro tengamos que recurrir a la importación del carbón desde el otro lado del mundo? Un territorio con más de 130.000 ha forestales, en las que hemos de hacer selvicultura, limpieza, abrir caminos, pistas forestales, cortafuegos, entresacas ante la alta densidad de árboles en los montes, leñas muertas, etc.

¿De verdad queremos arriesgarnos a la introducción de nuevos problemas para la salud de nuestra naturaleza, o que amplíen los que todos ya conocemos en nuestros campos, propagación de patógenos, etc.?

El carbón puede ser un elemento auxiliar para retirar combustible de nuestros montes, no tiene espacio, ya que no es una actividad para que la gestione la administración, y por otra parte no hemos creado un hueco legal para que empresas locales que sabían hacer carbón pueda actuar, pues los "máster universitarios" para tal actividad no están "homologados", ya que los requisitos que pedimos para tal actividad son similares a los de una planta industrial en un supuesto polígono.

Lo que ocurre con los carboneros es lo mismo que ocurre con numerosos oficios y actividades agrarias, que debemos cuidar que se transmitan de padres a hijos, y que estamos perdiendo, en medio de una sociedad que ha revalorizado la cultura libresca, alejada de una sabiduría local, vinculada al territorio. Las mal llamadas modernidad y globalización debieran mirar para el entorno, ya que nos hacen más pobres en nuestro medio.

El carbón de Argentina, las almendras de California, los higos pasados de Turquía, las papas de Egipto, los cabos de los sachos? las importaciones de nuevas plagas, nos deben hacer meditar sobre una revalorización de lo local. No olvidemos lo que está ocurriendo con numerosas plagas que se propagan en los cítricos y en los olivos, o el agotamiento de los suelos, con los monocultivos de soja en Argentina, Paraguay, y Brasil. Qué decir del glifosato, los problemas de salud, y las plantas que se hacen resistentes a él y a otros venenos similares.

Nos toca hablar y leer lo pequeño con más cariño y detenimiento. Una carne preparada con carbón de brezo y faya es también un valor de un pueblo que saborea y dignifica un territorio, pero también, que contribuye a una gestión más sostenida, en la que tenemos que hacer un esfuerzo ambiental y social, ya que la conservación de nuestros montes es también la conservación de nuestros carboneros, pastores y agricultores.

Hemos hecho unas leyes ambientales que han ignorado o excluido a un sector claves en los equilibrios entre el hombre y la naturaleza. Tenemos que encontrarnos con "viejos usos" que son claves para un mejor entendimiento con la naturaleza y las necesidades socioambientales. El monte no se gestiona sólo con más drones, helicópteros e hidroaviones, seamos más humildes, leamos los libros no escritos de nuestros abuelos, gestores de gran sabiduría, en la que había espacio para los carboneros sin "máster universitarios", y sin polígonos industriales. Dejemos los usos tradicionales con la lógica de la vida, de un pueblo sabio, que mantuvo nuestros montes sin gas butano y "máster ambientales" que ignoran la cultura de la tierra, con teorías urbanas y librescas.

No sólo importamos carbón, importamos también ideas que nos empobrecen. En Canarias sobra carbón, y faltan ideas y compromiso ambiental.